viernes, 18 de agosto de 2017

LEYENDO... Job capítulo 9


La imagen puede contener: una o varias personas, meme, barba y texto
LECTURA DIARIA:
Job capítulo 9

Al preguntar ¿cómo se ha de justificar un hombre ante Dios? Job no está hablando como lo haría Pablo, de cómo el pecador es “justificado” o declarado recto ante Dios, sino cómo una persona recta puede ser “justificada” o vindicada públicamente por Dios. Esto es porque Dios es Dios y no un ser humano; tiene sabiduría y poder sin límite, como lo demuestra su control sobre el universo. 
Job enfoca los aspectos más negativos del poder de Dios “arranca las montañas de su lugar, sacude la tierra, pone un sello a las estrellas” no a fin de presentarlo como un Dios de caos sino para enfatizar su libertad de actuar, sea para bien o para mal. La libertad de Dios lo hace incomprensible sus maravillas son inescrutables, inexplicable e incontrolable. 
La escena aquí es de un tribunal de justicia, donde el demandante hace sus acusaciones y el acusado responde con preguntas. Si Job trajera a Dios ante el tribunal, metafóricamente hablando, teme que no podría hacer frente a las contrapreguntas de Dios y a sus argumentos. 
Job se imagina traer a Dios ante un tribunal a fin de forzarlo a darle un veredicto público de “Inocente”. Pero eso en realidad es imposible, porque ¿cómo podría un mero mortal escoger palabras o “argumentos” contra Dios? ¿Y cómo, si uno pudiera llevar a cabo un argumento legal con Dios, podría estar seguro de que Dios realmente estaría escuchando, ya que en este preciso momento está aplastando a Job con una tormenta? Aunque es inocente, Job está seguro de que de alguna manera hablará incorrectamente, y así, su propia boca lo condenaría.
El monólogo se convierte en un discurso a Dios. Comenzando con una reflexión sobre la miseria de sus días, Job reconoce que sus sufrimientos son un constante recordatorio de que Dios lo considera culpable y seguirá considerándolo así, a pesar de lo que pueda hacer Job para probar su inocencia. 
Entonces, ¿qué puede hacer? Puede tratar de desterrar de su mente el sufrimiento que siente, o puede tratar de demostrar que no es culpable declarando bajo juramento su inocencia. Pero ninguna de estas opciones ofrece esperanza de triunfo, y se ve obligado a volver a la idea de una disputa legal con Dios. 
El problema con el enfrentamiento legal con Dios es que las dos partes no pueden estar al mismo nivel. Lo que Job necesita es un árbitro que pueda mediar entre los dos, que ponga su mano sobre ambas partes en un gesto de reconciliación. Pero, por supuesto, no existe tal árbitro. “Muy bien”, dice Job, “tendré que dirigir yo mismo la demanda. Pero no tengo la valentía de iniciar tal disputa con Dios a menos que me prometa no aterrorizarme con su fuerza superior”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario