jueves, 3 de agosto de 2017

LEYENDO... Ester capítulo 5


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LECTURA DIARIA:
Ester capítulo 5

Al tercer día Ester puso en acción su propósito, fortalecida sabiendo que la comunidad judía en Susa la apoyaba unánimemente. Los días de ayuno habían dado como resultado un plan, y Ester estaba tranquila y majestuosa con su vestido real, de pie en el patio interior a cierta distancia del trono. El rey extendió su cetro de oro a su consorte y ella se le acercó y le indicó cuál era el problema que la había llevado a la presencia del rey. Ella tocó la punta del cetro para reconocer su aprobación. 
Cuando el rey la invitó a pedir hasta la mitad del reino, Ester se contentó con hacerle una invitación a una fiesta privada para el rey y Amán, la que le presentaría una oportunidad para hacer la verdadera petición. 
Fue sabio, pero atrevido, el haber invitado a Amán, el favorito del rey. 
La prontitud con que el rey mandó llamar a Amán indica que la invitación de Ester le había agradado. Ester, por su parte, había tenido que hacer preparaciones por adelantado para el banquete, anticipando la aceptación del rey. El rey estaba de buen humor, relajado, llamando a su esposa sencillamente Ester y preparado, después de ser agasajado, a darle cualquier cosa que pidiera. Aun así, Ester no se apresuró. Dejaría que disfrutaran otra ocasión igual y luego ella presentaría su petición.
La felicidad de Amán fue efímera. Al ver que Mardoqueo no se dignaba reconocer su presencia, su alegría se convirtió en ira; tendría que vengarse de él. Pero primero se jactó delante de sus amigos de los honores que le fueron dados en la corte, además de todas las otras señales que la suerte le deparaba. Es significativo que Amán le dio el primer lugar a su fortuna. Estaba tan convencido de su importancia que nunca se le ocurrió que Ester pudiera tener algo en contra de él. Mardoqueo el judío era su único enemigo, privándole de su sentido de satisfacción. Aunque Amán ya había asegurado la muerte de todos los judíos, fue con prontitud que aceptó la sugerencia de su esposa y sus amigos para que se construyera una horca especialmente para Mardoqueo. 
Amán dio por sentado que el rey aprobaría la sentencia de muerte sobre Mardoqueo, y su deleite al pensar en ello completaba su felicidad. La altura exagerada de la horca (22, 5 m.) seguramente fue porque Amán quería que el ahorcamiento de Mardoqueo sirviera de escarmiento público.
La familia y los amigos de Amán, los cuales eran tan arrogantes como él, sugirieron que la horca fuera de veintidós metros de altura, probablemente construida en el muro de la ciudad o en algún edificio prominente. Irónicamente esta gran horca permitió que todos vieran la muerte de Amán.

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