domingo, 6 de agosto de 2017

LEYENDO... Ester capítulo 8


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LECTURA DIARIA:
Ester capítulo 8

A pesar de la muerte de Amán, quedaba mucho por hacer. En el antiguo Oriente, la propiedad de los criminales condenados volvía al rey, de aquí la facilidad con que el rey pudo otorgar las posesiones de Amán a la reina Ester. Ella, por su parte, informó al rey de su parentesco con Mardoqueo y de su agradecimiento a él. Cuando el rey llamó a Mardoqueo ante su presencia era con la idea de honrarlo debidamente por los servicios que había prestado. 
Ahora a Mardoqueo le fue presentado el anillo del rey y fue puesto a cargo de los asuntos del Estado. Mientras que Amán había abusado de su poder, se esperaba que Mardoqueo continuara su fiel servicio al rey, una esperanza reforzada por Ester al escoger a Mardoqueo para que administrara la casa de Amán. 
Quedaba por resolver un problema principal. El decreto de Amán estaba registrado en el libro de códigos y necesitaba ser trastocado. Había sido promulgado en nombre del rey, quien era el único que podía autorizar cualquier cambio, y había sido publicado en todas las provincias del Imperio. Era necesario que Ester se presentara ante el trono una vez más para suplicar por la vida de su pueblo. Esta vez fue lo suficientemente audaz como para arrodillarse a los pies del rey, llorar e implorar que el rey pusiera fin al plan que Amán había ideado contra los judíos. Una vez más Ester escogió bien sus palabras, omitiendo referencia a la legislación, porque, como decía el dicho: “Las leyes de Persia y de Media” no pueden ser abrogadas, y no se podía esperar que el rey perdiera prestigio. 
El rey recompensó su sabiduría y valentía extendiendo su cetro, y de esta manera pidiéndole que se levantara. Aun así Ester presentó su petición con el debido respeto, reconociendo que cualquier decisión debía ser reconocida por el rey, aunque por ahora ella halló gracia delante de él. El decreto había salido en nombre del rey, pero Ester afirmaba que el mensaje había sido concebido por Amán y, por lo tanto, abogó a favor de que se escriba para revocar las cartas de Amán. 
Primero, el rey procedió a autorizar otro decreto en nombre del rey. Su decreto del primer mes había sido revocado en el tercer mes por orden de su enemigo, Mardoqueo, quien añadió el hebreo a la lista de idiomas en que sería publicado el edicto. Veloces corceles reales aseguraron su rápida entrega. 
Se dio permiso de tomar botín, pero aun eso era limitado al día específico, que Amán había considerado favorable. Los judíos estarían listos si eran atacados, mientras que Amán tenía la intención de que fueran matados a sangre fría. Mientras tanto en Susa, donde se había originado el decreto, hubo una bienvenida entusiasta para el nuevo régimen y lo que representaba, en contraste con la consternación ocasionada por el decreto de Amán. No sintieron resentimiento por las insignias reales de Mardoqueo porque le tenían confianza. Su sabiduría le ganó el favor del pueblo en general, al igual que con los judíos, quienes tenían toda la razón para celebrar haber hallado gracia en vez de vivir bajo amenaza de muerte.

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