martes, 1 de agosto de 2017

LEYENDO... Ester capítulo 3


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LECTURA DIARIA:
Ester capítulo 3

Después de que el rey Asuero elevó a Amán a un rango superior de primer ministro, todos los demás se debían inclinar delante de él.
Mardoqueo se negó a inclinarse ante Amán. Los antepasados de Amán eran antiguos enemigos de los judíos. Mardoqueo nunca se arrodillaría delante del perverso Amán y, con este acto, reconocerlo como un dios. 
Amán era un agagueo, descendiente de Agag, rey de los amalecitas; los amalecitas eran antiguos enemigos de Israel; el odio de Amán no estaba dirigido sólo contra Mardoqueo, sino contra todos los judíos.
Como segundo al mando en el imperio, Amán amaba su poder y su autoridad, y la reverencia que se le mostraba; sin embargo, los judíos miraban a Dios como su autoridad final y no a cualquier hombre. Amán se dio cuenta de que la única manera de cumplir sus deseos soberbios era matando a aquellos que hacían caso omiso de su autoridad. 
Amán disfrutaba el poder y prestigio de su posición, y se enfureció cuando Mardoqueo no respondió con la esperada reverencia. 
Amán echó suertes para determinar el mejor día para llevar a cabo el decreto para destruir a los judíos. Poco sabía él que le estaba haciendo el juego a Dios, ya que el día de muerte fue establecido casi un año después, dándole tiempo a Ester de hacer su petición al rey. La palabra persa para la expresión echar suertes, era purim. Esta llegó a ser el nombre de la fiesta celebrada por los judíos cuando fueron liberados, y no muertos, en el día designado por Amán.
Amán pretendía saquear las casas y los negocios de los judíos que serían asesinados por medio de su decreto. Amán no imaginaba que esta traición sería usada en su contra.
El rey le dio su anillo a Amán entregándole así un símbolo de autoridad real.
Los funcionarios en el mundo antiguo usaban anillos de sello como firmas personales. La superficie del anillo tenía un relieve hecho de metal, madera o hueso; el de Asuero estaba probablemente hecho de plata o de oro. Cada individuo tenía su propio sello. Las cartas eran selladas al presionar el anillo sobre cera suave, y los documentos oficiales se certificaban por medio del sello real. Al dar a Amán su anillo de sello, Asuero le dio su firma personal y con ella la autoridad de hacer lo que quisiera. El rey no se percató de que su propia firma sellaría la orden de muerte de su esposa Ester.
Había tres niveles de dignatarios persas. Los sátrapas eran gobernadores de provincia; los capitanes los asistían como jefes de las ciudades que allí se levantaban; y los príncipes de cada pueblo eran jefes tribales.
El plan de Amán (versículos 5-9) iba a ser llevado a cabo once meses más tarde. La ciudad de Susa estaba conmovida por el decreto.

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