TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“…Porque
la Escritura dice al faraón: «Para esto mismo te he levantado, para mostrar en
ti mi poder y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra».
De manera
que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,
endurece”. Romanos 9. 17 – 18
La
Escritura nos dice veinte veces que el corazón del Faraón fue endurecido: Diez
por Dios y diez por el Faraón mismo. Lo que no es del todo tan evidente, es que
cuando Dios endureció el corazón del Faraón, el Señor sólo confirmó lo que ya
estaba allí, una carencia de compasión y de buena voluntad para someterse a Su
divinidad y poder.
No
importaba si la Palabra de Dios le estaba siendo predicada a él, o si los
numerosos milagros se estaban realizando a su alrededor. El faraón aun decidía
endurecer su corazón.
Cuando miramos a nuestro alrededor en la sociedad actual. Parece que nadie quiere oír sobre el Señor. Parece que todo el mundo está decidido a negar a Dios.
Cuando miramos a nuestro alrededor en la sociedad actual. Parece que nadie quiere oír sobre el Señor. Parece que todo el mundo está decidido a negar a Dios.
Sus
corazones están endurecidos. Pareciera que la gente antes estuviera más
dispuesta a escuchar, pero ya no.
Sólo
ante alguna tragedia es que los ojos, a veces, se vuelven a Dios. ¿Es esto por
la desesperación? Quizás. Cuando la angustia, el problema, la confusión, la
tensión, o la calamidad aparezcan en la vida.
¿Estará
demasiado endurecido un corazón para permitir que Dios alivie el sufrimiento?
Sólo
Dios sabe cuándo es demasiado tarde, pero todavía es nuestra responsabilidad la
de ofrecer el testimonio del perdón y la misericordia de Dios a otras vidas.
Cuando
el Espíritu nos impulsa, debemos hablar, no importa la respuesta que nos den a
nosotros. Ninguna vida es no redimible o sin valor, la verdadera respuesta se
la darán a Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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