TIEMPO
DE REFLEXIÓN
"Sométase
toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no
provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que
quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que
resisten, acarrean condenación para sí mismos". Romanos 13. 1 – 2.
Debemos
obedecer las leyes de nuestro país sometiéndonos a las autoridades por la
sencilla razón de que éstas han sido establecidas por Dios. Es cierto que los
poderes malignos de este mundo se encuentran bajo la influencia de satanás, y
que la corrupción se ha generalizado entre muchos que ejercen el poder. Sin
embargo, Dios ejerce el control.
A
pesar de que la corrupción y la ilegalidad se desarrollan cada vez más y
conducen a un desenlace inexorable, permitido por Dios. Él aún tiene autoridad
sobre la tierra que Él creó. No ha abdicado de Su trono.
Dios
ocupaba todavía el trono. Y la lealtad del creyente es hacia ese trono, y su
relación a los gobiernos de esta tierra, es una de sumisión.
El
creyente se ha opuesto a los gobiernos malos y ha apoyado los gobiernos buenos,
basado en la teoría de que los últimos son establecidos por Dios. El creyente
es partidario de la ley y el orden, y se opone a la ilegalidad y desobediencia
civil. Es partidario de la honradez y la justicia, y está en oposición a la
corrupción y la injusticia. En los grandes momentos de crisis en la historia,
como los que vivimos en la actualidad, el creyente se enfrenta con decisiones
muy difíciles ante él.
En
estos últimos días, la ilegalidad está en su apogeo en muchos lugares. El
creyente tiene que oponerse a esas situaciones, y no debiera participar en
ellas, aun cuando se produzcan en su propio gobierno. Pero tenemos que tener
cuidado con aquellos que están dispuestos a cambiar el gobierno por medios no
democráticos, con el pretexto de mejorarlo.
El
cristianismo nunca llegó a ser un movimiento para mejorar el gobierno o la
sociedad. El evangelio es el poder de Dios para la salvación del individuo. Pablo nunca anduvo predicando o hablando sobre
las malas condiciones en que se encontraban las cárceles romanas, y él tenía un
buen conocimiento de aquellas cárceles y prisiones.
La
desigualdad social en muchos países, es cada vez más evidente.
¿Qué
es lo que anda mal? Sinceramente podemos decir que es la maldad del corazón
mismo del ser humano, caracterizado por un egoísmo natural.
¿Qué
es entonces lo que debemos hacer nosotros?
Nuestra
obligación, es la de predicar que el evangelio es el poder de Dios para
salvación, y por medio de él promover la aplicación de los valores de la ética
cristiana en la vida y los derechos de los ciudadanos.
No
se trata de un gobierno concreto, sino en los individuos que ejercen el poder
con las limitaciones de su propia naturaleza humana, que no ha sido expuesta al
poder trasformador de Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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