sábado, 11 de mayo de 2019

Leyendo... Romanos capítulo 2



LECTURA DIARIA:
Romanos capítulo 2

Pablo afirmaba enfáticamente que nadie es suficientemente bueno para salvarse a sí mismo.
No importa si somos homicidas, irrespetuosos, ni si somos ciudadanos honestos, trabajadores, excelentes, debemos depender por completo de la gracia de Dios. Pablo no discute si algunos pecados son peores que otros. Cualquier pecado es suficiente para llevarnos a depender de Cristo en cuanto a la salvación y la vida eterna. No hay otro camino, aparte de Cristo, por medio del cual uno puede ser salvo del pecado y sus consecuencias, y todos hemos pecado reiteradamente.
En su bondad, Dios retarda su juicio para darle tiempo a la gente para que se arrepienta. A pesar de que por lo general no recibimos el castigo inmediato por cada pecado, el juicio final de Dios es cierto. No sabemos con exactitud cuándo ocurrirá, pero sabemos que nadie escapará del encuentro final con el Creador. Pablo dice que los que con paciencia y perseverancia hacen la voluntad de Dios tendrán vida eterna. No contradice su declaración anterior de que la salvación es solo por fe. Las buenas obras no nos salvan, pero cuando entregamos nuestra vida por completo a Dios, queremos agradarle y hacer su voluntad. Por lo tanto, nuestras buenas obras son una demostración de agradecimiento por lo que Dios ha hecho, no un prerrequisito para obtener su gracia.
La gente se condena no por lo que desconoce, sino por lo que hace con lo que sabe. Quienes conocen la Palabra escrita de Dios y su Ley serán juzgados por ellas. Quienes nunca han visto una Biblia saben diferenciar entre lo bueno y lo malo, y se les juzgará por no haber tomado en cuenta ni siquiera las normas que su conciencia les dictaba.
Sabemos lo que es bueno, pero insistimos en hacer lo malo.
Pablo continúa desarrollando su argumento en el sentido de que todos somos culpables delante de Dios. Después de describir el fin de los incrédulos, los gentiles paganos, se ocupa de los religiosos privilegiados. A pesar del conocimiento que tienen de la voluntad de Dios, también tienen culpa por no vivir lo que creen.
Pablo indica a los judíos que necesitaban auto juzgarse por la Ley y no juzgar a otros. Conocían muy bien la Ley y sabían cómo justificar sus acciones mientras criticaban a los demás. Pero la Ley es más que la "letra". Es una pauta para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y también es una advertencia de que no podemos vivir rectamente sin mantener una relación con Dios.
Pablo expresa que es mucho más fácil decir a otros cómo comportarse que vivir como es debido. Es más fácil decir las palabras buenas que permitirles que echen raíces en nosotros.
La palabra circuncisión se refiere a la señal del pacto de Dios con su pueblo. Se requería que todos los varones judíos se sometieran a este rito. Para Pablo, ser judío (circuncidado) no significaba nada si la persona no obedecía las leyes de Dios. Por otro lado, los gentiles (incircuncisos) podían recibir el amor y la aprobación de Dios si guardaban sus mandamientos.
Pablo pasa a explicarnos que el verdadero no es la persona circuncidada (un judío "exteriormente"), sino aquel cuyo corazón es recto delante de Dios y le obedece (un judío "en lo interior").
Ser judío significaba formar parte de la familia de Dios y heredar todas sus promesas. Sin embargo, Pablo aclara que la membresía en la familia de Dios se basa en cualidades internas, no externas. Todos los que tengan corazones rectos son judíos en verdad, o sea, miembros de la familia de Dios. Así como la circuncisión no era suficiente para los judíos, tampoco lo es asistir a la iglesia, ser bautizado, confirmado o aceptado como miembro. Dios busca nuestra sincera entrega y obediencia.

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