LECTURA
DIARIA:
Hechos
capítulo 21
Este
pasaje contiene varias advertencias dadas por el Espíritu en el sentido de que
Pablo tendría problemas durante su visita a Jerusalén. Pero el apóstol insistió
en su propósito, y más tarde cayó prisionero y se le envió a Roma bajo
custodia.
Las
mujeres participaban activamente en la obra de Dios y el don de profecía
también les fue dado a ellas, como en este caso de las hijas de Felipe.
Pablo
sabía que lo encarcelarían en Jerusalén. Sus amigos le rogaron que no fuera,
pero él sabía que tenía que hacerlo porque Dios así lo quería.
Jacobo,
hermano de Jesús, fue el líder de la iglesia en Jerusalén. Le llamaron un
apóstol aunque no fue uno de los doce que siguieron a Jesús.
El
concilio de Jerusalén (Hechos 15) determinó el asunto de la circuncisión de los
creyentes gentiles. Es evidente que hubo un rumor de que Pablo fue más allá de
su decisión, incluso hasta prohibir a los judíos que circuncidaran a los niños.
Pablo se sometió voluntariamente a la costumbre judía, para demostrar que no
obraba en contra de la decisión del concilio y que seguía siendo judío en su
forma de vida.
La
nave partió de Mileto en dirección a Cos, Rodas y Pátara. Pablo y sus
acompañantes abordaron una nave de carga con destino a Fenicia. Pasaron Chipre
y desembarcaron en Tiro, luego en Tolemaida y por último en Cesarea, donde
Pablo desembarcó y marchó por tierra a Jerusalén.
Pablo
se sometió a esta costumbre judía de los votos para mantener la paz en la
iglesia de Jerusalén. A pesar de que era un hombre de convicciones firmes,
estaba dispuesto a ceder en puntos no esenciales, se adaptaba a otros a fin de
ganarlos para Cristo.
Hay
dos formas de considerar las leyes judías. Pablo rechazó una y aceptó la otra.
(1) Rechazó la idea de que la Ley del Antiguo Testamento salva a quienes la
guardan. Nuestra salvación se nos da gratuitamente por un acto de gracia de
Dios y lo recibimos por fe. La Ley no tiene valor para la salvación excepto que
nos muestra nuestros pecados. (2) Pablo acepta el punto de vista de que las
leyes del Antiguo Testamento nos preparan y nos instruyen acerca de la venida
de Jesucristo. Cristo cumplió la Ley y nos libró de la carga de culpa, sin
embargo, ella nos enseña muchos principios valiosos y nos da pautas para vivir.
Pablo no puso en tela de juicio el valor de la Ley, solo estableció que en ella
no se alcanza salvación. Guardaba simplemente la Ley como una costumbre para
evitar ofender a los que deseaba alcanzar con el evangelio.
Unos
hombres, aunque sabían del trabajo eficaz de Pablo en Asia, usaron una
estrategia para desacreditar a Pablo, de manera que su labor perdiera fuerza.
Dado que Jerusalén estaba bajo el control de Roma, las autoridades romanas
investigarían cualquier tumulto en la ciudad. Esta vez el tribuno de la compañía
era Claudio Lisias. Fue el principal oficial romano en Jerusalén. 21.37, 38
Hablando en griego, Pablo mostró que era un hombre culto y no un rebelde
cualquiera que iniciaba alborotos en las calles. Su forma de hablar llamó la
atención del tribuno y este le dio protección y la oportunidad de presentar su
defensa.
El
historiador Josefo menciona un egipcio que condujo una revuelta de cuatro mil
personas en Jerusalén, en 54 d.C., y luego desapareció. El tribuno pensó que
Pablo era este rebelde.
En
su defensa tal vez Pablo habló en arameo, el lenguaje de los palestinos judíos.
Lo hizo no solo para comunicarse en la lengua de sus oyentes, sino también para
demostrar que era un judío devoto, que respetaba las leyes y costumbres judías.
Habló en griego a los oficiales romanos y en arameo a los judíos.
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