LECTURA
DIARIA:
Romanos
capítulo 6
Si
el perdón está garantizado, ¿podemos pecar tanto como queramos? ¡La respuesta
categórica de Pablo es: ¡En ninguna manera! Tal actitud, planear de antemano
aprovecharse de Dios, es no entender la seriedad del pecado.
El perdón de Dios
no convierte en menos serio el pecado. Por el contrario, la muerte de su Hijo
por el pecado muestra cuán serio es. Jesús pagó con su vida nuestro perdón. La
misericordia de Dios no debe convertirse en excusa para un estilo de vida negligente
con laxitud moral.
En la
iglesia la inmersión era la forma usual de bautismo. Los nuevos cristianos se
"sepultaban" por completo en el agua. Comprendían que esta forma de
bautismo simbolizaba la muerte y sepultura de la vieja manera de vivir, seguida
por una resurrección a la vida con Cristo. Si pensamos que nuestra antigua vida
pecaminosa está muerta y sepultada, tenemos un motivo poderoso para resistir al
pecado. Podemos decidir conscientemente tratarla como si estuviera muerta.
Luego podemos continuar disfrutando nuestra nueva vida con Cristo.
El
castigo del pecado y el poder que tenía sobre nuestras vidas murió con Cristo
en la cruz. Nuestro "viejo hombre", lleno de pecado, murió de una vez
por todas y ahora estamos libres de su poder. El "cuerpo del pecado"
no es el humano, sino nuestra naturaleza rebelde amante del pecado heredada de
Adán. A pesar de que nuestro cuerpo coopera voluntariamente con nuestra
naturaleza pecaminosa, no debemos por ello considerarlo malvado. Lo que es malo
es el pecado en nosotros. Y lo que se derrota es ese poder del pecado en acción
en nuestros cuerpos. Pablo acaba de establecer que la fe en Cristo nos declara
absueltos, "inocentes" ante Dios. Aquí Pablo enfatiza que ya no
necesitamos una vida bajo el poder del pecado. Dios no nos saca del mundo ni
nos convierte en robots. A veces sentiremos deseos de pecar y algunas veces lo
haremos. La diferencia radica en que antes de ser salvos, éramos esclavos de
nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos elegir vivir para Cristo.
"Consideraos muertos al pecado" significa que debemos estimar nuestra
vieja naturaleza pecadora como muerta y sorda al pecado. Debido a nuestra unión
e identificación con Cristo, ya no estamos atados a esos viejos motivos, deseos
y metas. Así que considerémonos según lo que Dios ha hecho en nosotros. Tenemos
un nuevo comienzo y el Espíritu Santo nos ayudará a transformarnos cada día en
lo que Cristo ha declarado que somos.
Cuando
estábamos bajo la Ley, el pecado era nuestro amo. La Ley ni nos justificaba ni
nos ayudaba a vencer el pecado. Pero ahora que estamos unidos a Cristo, Él es
nuestro Señor y nos da poder para hacer lo bueno y evitar lo malo.
Gracias
a Jesús, sin embargo, podemos ahora escoger a Dios como nuestro Maestro.
Obedecer con todo el corazón significa darse por entero a Dios, amarle
"con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mateo
22.37).
Es
imposible ser neutral. Cada persona tiene un amo: Dios o el pecado. Un
cristiano no es alguien que no puede pecar, sino alguien que ya no es esclavo
del pecado. Pertenece a Dios.
La
paga del pecado es muerte. Eso es todo lo que puede esperar de una vida sin
Dios. La paga de Cristo es vida eterna: nueva vida con Dios que empieza en la
tierra y continua por siempre con Dios.
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