TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Después
de subirlo a bordo, usaron sogas para reforzar el barco. Luego, como tenían
miedo de encallar en los bancos de arena llamados la Sirte, echaron el ancla
flotante y se dejaron llevar por el viento.
Al día siguiente, la tempestad
era todavía fuerte, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del
barco; y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también los
aparejos del barco. Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las
estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda
esperanza de salvarnos.
Como
habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y
dijo: Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así
habríamos evitado estos daños y perjuicios. Ahora, sin embargo, no se
desanimen, porque ninguno de ustedes morirá, aunque el barco sí va a
perderse. Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien
pertenezco y sirvo, y me dijo: “No tengas miedo, Pablo, porque tienes que
presentarte ante el emperador romano, y por tu causa Dios va a librar de la
muerte a todos los que están contigo en el barco.” Por tanto, señores,
anímense, porque tengo confianza en Dios y estoy seguro de que las cosas
sucederán como el ángel me dijo. Pero vamos a encallar en una isla”.
Hechos
27. 17 – 26.
El
apóstol, aunque estaba preso, no se dejó guiar por los que conducían la nave,
sino que consultó a Dios y Él le respondió. Tomó literalmente el mando de la
nave, tomó decisiones y dio órdenes que significaban vida o muerte para la
gente que lo acompañaban.
ÉL
había recibido una palabra por medio de la visita de una ángel, un mensajero de
parte de Dios, que le había asegurado que ninguna vida se perdería sino
solamente la nave, y en esta palabra confiaba y actuaba en consecuencia.
Pablo
les hizo notar la diferencia entre dejarse guiar por las palabras de humana
sabiduría y aquellas que son inspiradas por el Espíritu Santo de Dios.
A
diferencia de los filósofos paganos, las teorías dadas por Pablo se tornaron en
hechos sólidos cuando estalló la tempestad.
Como
hijos de Dios no nos quedamos filosofando sobre lindas palabras humanas que son
huecas en su contenido pues no conducen a nada, sino en la Palabra de
Dios por medio de la obra del Señor Jesucristo.
La
desesperanza de los tripulantes fue intensificada por el hambre, Pablo les
exhorta a que coman, recordándoles que habían pasado dos semanas sin haber
comido nada.
Uno
de los errores más grandes que cometen algunos cristianos es que cuando están
en medio de las tempestades de la vida, dejan de asistir a la Iglesia y así
dejan de alimentarse con el verdadero alimento espiritual.
No
olvidemos que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios” (Mateo 4.4).
El
Apóstol se apoyó y se animó a él mismo y a los demás, en base a lo que Dios le
había prometido, que ninguno perdería de los 276 pasajeros.
Las
promesas del Señor son para siempre y ninguna de ellas pasarán de moda ni
dejarán de cumplirse según sus planes. El cielo y la tierra podrán pasar,
pero la Palabra de Dios no pasará (Mateo 24.35).
Dios
les bendiga abundantemente.
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