jueves, 30 de mayo de 2019

Leyendo... 1 de Corintios capítulo 4



LECTURA DIARIA:
1 de Corintios capítulo 4

Pablo insta a los corintios a considerar a Pedro (Cefas) y Apolos, no como a líderes de distintas facciones sino como a siervos de los misterios de Dios.

Es una tentación juzgar a los demás cristianos, evaluándolos si son o no buenos seguidores de Cristo. Pero sólo Dios conoce el corazón de la persona, y sólo Él tiene el derecho de juzgarnos.
No debemos juzgar quién es un mejor siervo de Cristo.
Pablo nos advierte que tengamos cuidado del orgullo que puede originar división en la iglesia por tener líderes favoritos. Todo verdadero líder espiritual es un representante de Cristo y no tiene nada que ofrecer aparte de lo que Dios le ha dado.
Los corintios se habían dividido en varios grupos, cada uno seguía a su predicador favorito (Pablo, Apolos, Pedro, etc.). Cada grupo manifestaba ser el único poseedor de la verdad, y así cayeron en el orgullo espiritual. Pero Pablo les dijo que no debían atarse a ningún predicador en particular porque eran simplemente humildes servidores que habían sufrido por el mismo mensaje de salvación que hay en Cristo Jesús. Ningún predicador tiene mayor categoría que otro.
En los días de Pablo, el ayo era un esclavo que había sido asignado como tutor especial y guardián de un niño. Pablo menciona su afecto especial por los corintios y su función especial. En un intento de unificar la iglesia, apela a su relación con ellos. Él fue el fundador de la iglesia. Como él la inició, podían confiar en que tenía las mejores intenciones. Sus palabras duras eran motivadas por el amor, amor semejante al que tiene un padre por sus hijos. Pablo les dijo a los corintios que debían imitarlo. Podía hacer esta declaración porque caminaba cerca de Dios, empleaba tiempo en la Palabra de Dios y en la oración, y estaba consciente de la presencia de Dios en su vida en todo tiempo. Dios era su ejemplo, por lo tanto, su vida pudo ser un ejemplo a otros cristianos. Pablo no esperaba que los demás copiaran cada cosa que hacía, pero sí aquellos aspectos de su vida que habían sido modelados a la manera de vivir de Cristo.
Timoteo había acompañado a Pablo en su segundo viaje misionero y fue una persona clave en el crecimiento de la iglesia primitiva. Su misión era ver si el consejo de Pablo había sido considerado, leído e implementado. Luego regresó e informó a Pablo del progreso de la iglesia.
Pablo dice que el reino de Dios debe ser vivido, no sólo discutido. Hay una gran diferencia entre conocer las palabras correctas y vivirlas.

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