LECTURA
DIARIA:
Romanos
capítulo 4
Los
judíos se sentían orgullosos de llamarse hijos de Abraham. Pablo mencionó a
Abraham como un buen ejemplo de alguien salvo por fe.
Para
recalcar la fe, Pablo no dice que las leyes de Dios sean menos importantes,
pero es imposible ser salvos simplemente por obedecerlas.
Si
una persona pudiera ganarse el favor de Dios siendo buena, la concesión de este
regalo no sería voluntaria, sino obligatoria. La autoconfianza en este sentido
es vana, todo lo que podemos hacer es cobijarnos con la misericordia y la
gracia de Dios.
Jesucristo
es el que nos salva, no nuestros sentimientos ni nuestras obras. Por débil que
sea nuestra fe, Él es suficiente para salvarnos. Jesús nos ofrece la salvación
gratuitamente porque nos ama, no porque la hayamos ganado mediante una fe
poderosa. Fe es creer y confiar en Jesucristo y aceptar el don maravilloso de
la salvación.
El
rey David cometió pecados terribles: adulterio, homicidio, mentiras, y aun así
experimentó el gozo del perdón. Nosotros también podemos experimentarlo cuando:
dejamos de negar nuestra culpabilidad y reconocemos que hemos pecado, reconocemos nuestra culpa ante Dios y pedimos
su perdón, y desechamos la culpa y
creemos que Dios nos ha perdonado. Aunque nuestra fe sea débil, nuestra
conciencia sea sensible y los recuerdos nos atormenten, la Palabra de Dios
declara que pecado confesado es pecado perdonado (1Juan 1.9).
La
circuncisión era una señal externa de que los judíos eran el pueblo escogido de
Dios. La circuncisión de todos los niños judíos marcaba su separación de las
naciones que adoraban a todo tipo de dioses. Era una ceremonia muy importante.
Dios bendijo y le ordenó esta ceremonia a Abraham.
Los
ritos no le aportaron recompensa alguna a Abraham, Dios le bendijo antes de
implementarse la ceremonia de la circuncisión. Abraham halló el favor de Dios
por la fe solamente, antes de ser circuncidado.
El
centro de nuestra fe debe ser Cristo y su obra salvadora, no las obras
nuestras.
Pablo
explica que Abraham agradó a Dios solo por la fe, cuando ni siquiera había oído
de los rituales que serían tan importantes para el pueblo judío. Nuestra
salvación es solo por fe. No es por amar a Dios ni hacer buenas obras. No es
por fe más amor, ni tampoco por fe más las buenas obras. Somos salvos solo
mediante la fe en Cristo, confiados en que Él nos perdona todos nuestros
pecados.
Abraham
nunca dudó de que Dios cumpliría su promesa. Su vida estuvo marcada con
errores, pecados y fallas así como con sabiduría y bondad, pero siempre confió
en Dios. Su vida es un ejemplo de fe en acción. Si hubiera puesto los ojos en
sus recursos para sojuzgar Canaán y fundar una nación, hubiera caído en la
desesperación. Pero puso sus ojos en Dios, le obedeció y esperó a que El
cumpliera su palabra.
Cuando
creemos, ocurre un cambio. Damos a Cristo nuestros pecados y Él nos da justicia
y perdón. No hay nada que podamos hacer para ganarlo. Solo a través de Cristo
recibimos la justicia de Dios.
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