TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“¿No
sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1 de Corintios 3. 16
Antes
de la llegada de Cristo a la tierra, y la llegada del Espíritu Santo sobre cada
creyente en el día de Pentecostés después de Su ascensión, Dios solo estaba
presente en algunos lugares y Su Espíritu solo bajaba sobre algunas personas.
Luego,
cuando Jesús vino y vivió en la tierra, El mismo era el “tabernáculo” o la
morada de Dios entre los hombres. Como Juan 1.14 declara: “Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros…” Y cuando fue bautizado por su primo Juan
en el Rio Jordán, “he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de
Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos,
que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3. 16 - 17).
Desde
el día de Pentecostés, la llenura y la morada del Espíritu Santo están
disponibles para cada creyente en Jesucristo como Salvador y Señor de su vida.
Ya no viene sobre cada creyente por un tiempo, ahora viene para quedarse, viviendo
y morando dentro de cada uno con dinamismo y con poder. Desde ese día, todo
aquel que confesare con su boca que Jesús es el Señor, y creyere en su corazón
que Dios le levantó de los muertos, será salvo y su mente y corazón, cuerpo y
espíritu serán la morada del Espíritu Santo de Dios.
Recordemos
esto cada día, por increíble que parezca nosotros mismos, los que hemos creído
somos el templo de Dios, Su tabernáculo, Su morada ¡y Su Espíritu vive en cada uno de nosotros!
Cuidemos
y limpiemos cada día la morada de Dios en nosotros y hagamos que Su Espíritu se
sienta cómodo allí.
Dios
les bendiga abundantemente.
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