LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 10
Los
objetos hechos por manos humanas no sirven de ayuda, porque no pueden hacer mal
ni bien. Se mantienen inmóviles, no hablan, son llevados, porque no pueden
andar.
El
pueblo de Judá quería conocer el futuro y trató de discernirlo interpretando
las señales de los cielos. La respuesta de Jeremías es aplicable también hoy:
Dios creó la tierra y los cielos, incluyendo las estrellas que la gente
consulta y adora. Nadie descubrirá el futuro en cartas inventadas de estrellas
de Dios.
En
comparación con los ídolos impotentes, Dios es único. No hay (dios) semejante a
él. Se trata de alguien que está por encima de las deidades tribales,
confinadas a un área geográfica determinada, porque él es Rey de las naciones,
Rey de todos.
Son
necios los que depositan su confianza en un trozo de madera, aun cuando esté
bien tallado y vestido espléndidamente.
No
importa cuán bien hecho o cuán hermosos sean los ídolos, nunca tendrán el poder
y la vida del Dios vivo y verdadero.
Jeremías
compara a los ídolos con Jehová. Los adoradores de ídolos son condenados; Dios
es alabado.
Jeremías
lamenta su propio destino y el de su pueblo. Sus hijos son los habitantes de
Judá y Jerusalén, porque él nunca se casó o tuvo hijos.
Los
pastores son gobernantes, y el ganado o rebaño es el pueblo.
En
este capítulo, Jeremías usa la imagen de los nómadas que vagan en el desierto
tratando de montar sus tiendas. Los pastores de la nación son los líderes
malvados responsables de la calamidad. Los rebaños son el pueblo de Judá. En
lugar de que los líderes guiaran al pueblo de Dios, lo llevaron por el rumbo
equivocado.
El
castigo y el exilio estaban cerca, así que Dios le dice al pueblo que recoja
sus pertenencias.
Jeremías
se inclina ante el castigo de Dios, pero implora la justicia divina.
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