LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 6
En
4.6 se alienta a la gente a refugiarse en Jerusalén. Ahora, se les insta a huir
de Jerusalén, porque ningún lugar será lo suficientemente seguro para resistir
a los invasores.
El
Señor advirtió a la tribu de Benjamín (la tribu de Jeremías) que escapara, no
hacia la seguridad de la gran ciudad amurallada de Jerusalén porque estaría
bajo sitio, sino hacia Tecoa, un pueblo localizado más o menos a 19 km al sur
de Jerusalén. La señal de humo, como advertencia, se encendió en Bet-haquerem,
a la mitad del camino entre Jerusalén y Belén.
Pastores
y sus rebaños representan a gobernantes y gobernados.
Los
pastores eran los líderes de los ejércitos babilónicos y los rebaños sus
tropas.
El remanente
mencionado aquí no debe confundirse con el remanente santo. Este último son los
que quedaron después de la primera ola de destrucción. Como un vendimiador,
Babilonia no se satisfaría hasta que cada persona se llevara al cautiverio.
Invadió Judá tres veces hasta que logró destruir la nación y su templo por
completo.
El
profeta habla. Invoca alternativamente la ira de Dios, su misericordia y
compasión. Aquí predomina la ira.
El
pueblo se enojó y cerró sus oídos. No quiso ningún mandamiento de Dios porque
vivir para Él no les pareció emocionante.
La
imagen de la mano extendida se repite en varias ocasiones; y representa el
poder de Dios para salvar, para castigar, y aquí para destruir.
La
paz de que hablaban los falsos profetas era la ausencia de guerra y
calamidades, un concepto muy alejado del shalom del AT, que hace énfasis en la
integridad y la profundidad de la paz. La verdadera paz supone una íntima
comunión con Dios y una fraternal relación con las demás personas. Tiene que
ver más con las actitudes y el carácter que con las circunstancias externas.
«¡Olvídate
de eso y quizás desaparezca!» Esta fue la respuesta de Jerusalén a las
advertencias de Jeremías. Siguieron escuchando las predicciones de paz, porque
no les gustaba cómo Jeremías condenaba su pecado. Pero negar la verdad nunca la
cambia, lo que Dios dice siempre sucede. El pecado nunca desaparece al negar su
existencia.
El
Señor habla y amonesta a su pueblo a que camine en las sendas antiguas de la
justicia, pero en su empecinamiento éste rehúsa hacerlo.
Pero
ellos dicen: «No, no queremos seguirlo.»
El
buen camino para vivir es antiguo y Dios lo ha señalado. Pero el pueblo rehusó
tomar el sendero de Dios, yendo por su propio camino.
Poner
tropiezos ante los ciegos estaba prohibido por Levítico 19.14. La ceguera
espiritual de Judá ha puesto tropiezos ante la nación, los babilonios.
Dios
habla a Jeremías y le asigna la tarea de examinar a la gente, como torre que se
levanta sobre el pueblo.
En
el proceso de refinado de la plata, se le añadía plomo al mineral. El plomo se
consumía y la escoria se separaba. Aquí falla el proceso porque el mineral
tiene muchas impurezas. Entonces, el pueblo es como plata desechada.
El
metal se purificaba mediante el fuego. Conforme se calienta, se queman las impurezas
y solo permanece el metal puro. Cuando Dios probó al pueblo de Judá, sin
embargo, no encontró pureza en sus vidas. Siguieron en sus caminos de maldad.
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