UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
¿CÓMO
QUIERES QUE TE RECUERDEN?
Un
niño pequeño piensa únicamente en sus propios deseos y necesidades, pero al
avanzar a los años de juventud y más allá, le empieza a interesar más lo que
otros piensen de él.
Pero
nuestra reputación no se genera sola, sino que se va estableciendo conforme a
nuestras acciones y nuestras palabras.
Las
decisiones que tomamos sobre lo que vamos a hacer y decir, de qué nos reímos,
en qué pasamos el tiempo y con quién lo pasamos, reflejan lo que somos.
A
medida que nuestro cuerpo crece y deja de ser el cuerpo de un niño, también
estamos cambiando de otros modos que no son físicos. Estamos aprendiendo acerca
del mundo que nos rodea y qué lugar ocupamos en él. A medida que crecemos, las
personas con quienes tratamos influyen en la manera como se van
"conectando las neuronas" de nuestra mente. Nuestros padres nos dicen
que el cielo es azul y que la hierba es verde, y nuestra mente va formando el
concepto de color.
Los
padres que cumplen su papel tal como DIOS lo ha dispuesto se convierten en un
factor decisivo en este proceso de crecimiento.
DIOS
les ordena así: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo
no se apartará de él" (Proverbios 22.6).
A
los padres les corresponde guiar a sus hijos hacia una manera correcta de
pensar, enseñándoles los principios de la vida.
DIOS
mandó que los israelitas transmitieran a sus hijos las enseñanzas de Él:
"Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y
andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio
6.7).
Los
padres, sin embargo, no son los únicos que influyen en nuestra mente. También
aprendemos, desde la infancia, por la influencia de nuestros amigos y
compañeros, de nuestros maestros y de los medios de difusión.
Vamos reuniendo todos estos conocimientos
variados, y con ellos vamos creando ideas e impresiones que nuestra mente usará
para comprender el mundo.
Además,
cada uno de nosotros tiene sus propias experiencias en la vida. Nuestra mente
también lleva grabado el sello de nuestras emociones.
DIOS
le ha dado a la mente humana, la capacidad de sentir, toda una serie de
emociones que influyen en nuestro modo de pensar. Aprendemos lo que es sentirse
entusiasmado, frustrado, alegre y enojado.
Todas
estas emociones, y su aplicación en nuestra vida diaria, afectan profundamente
el desarrollo mental.
En
la transición entre la niñez y la edad adulta, comenzamos a adquirir más
independencia. Comenzamos a pensar por nosotros mismos y a formar nuestras
propias opiniones. Aprendemos a "pensar por nosotros mismos".
A
medida que mostramos buen juicio, nuestros padres adquieren confianza y se
sienten dispuestos a darnos más independencia y responsabilidad.
La
función paterna no consiste simplemente en imponer la obediencia a sus reglas,
sino en desarrollar en sus hijos la mente y el carácter para que apliquen el
espíritu de esas reglas a situaciones nuevas y diferentes.
Entonces,
cuando un joven va ejerciendo su capacidad para tomar decisiones, las cosas que
ese joven hace, las palabras que dice y las amistades que forma; reflejan cómo
se ha ido formando su mente. Es natural que, al crecer, decidamos andar en
armonía con otros que piensan como nosotros.
"¿Andarán
dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?"
(Amós
3.3).
Pasan
los años, y ya en la edad adulta encontramos más retos, nos encontramos con
decisiones sobre qué hacer en cuanto a los estudios, la carrera y el
matrimonio. Nos encontramos con decisiones relacionadas con las creencias en
DIOS y luchamos con preguntas acerca de nuestro Creador y nuestro destino
final. Llegamos a decisiones sobre cómo vamos a obedecer la Palabra de DIOS y
cómo debemos aplicarla en la vida diaria.
La
manera como manejemos estas decisiones refleja el estado de nuestra mente.
Somos
capaces de manejar muchas de las decisiones simples y materiales que la vida
nos exige, pero para los retos más grandes tenemos la necesidad absoluta de
contar con la mente de DIOS.
La
mente de DIOS trae "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza" o dominio propio (Gálatas 5.22).
Todos
estos son atributos que traen verdadera felicidad y tranquilidad en la vida.
Son atributos de una mente que está en armonía con la mente de DIOS. Si
nosotros podemos desarrollar una mente en armonía con DIOS desde la juventud,
estaremos grabando un modo de pensar que dará como resultado decisiones buenas
y una buena vida.
Aprendamos
a tomar decisiones que nos permitan experimentar los frutos de vivir al modo de
DIOS.
Decidamos
adquirir un modo de pensar y sentir sabio y lleno de buenos frutos para lo que
DIOS nos creó.
Dios
les bendiga abundantemente.
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