LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 1
Jeremías
era profeta y a la vez sacerdote. Dios le instruyó para que reclamara una
heredad en esa ciudad.
Jeremías
era de Anatot, ciudad a unos 6, 5 km de Jerusalén en el reino del sur. Jeremías
vivió y profetizó durante los reinados de los últimos reyes de Judá. Este fue
un tiempo caótico política, moral y espiritualmente hablando. Mientras
Babilonia, Egipto y Asiria luchaban por la supremacía mundial, Judá se vio
atrapada en medio de un triángulo. A pesar de que Jeremías profetizó durante
cuarenta años, nunca vio que su pueblo le prestara atención y se apartara de
sus pecados.
La
soberanía de Dios se mostró al formar, santificar (apartar) y ordenar
(designar) a Jeremías por profeta a las naciones (Asiria, Babilonia, Egipto,
Judá y otras).
Jeremías
pensó que era solo “un niño”, demasiado joven e inexperto para ser el vocero de
Dios para el mundo. Sin embargo, Dios le prometió estar con él. Dios prometió
librar a Jeremías durante los problemas, no evitar que estos vinieran. Dios no
lo eximió de prisiones, deportación ni insultos.
El
trabajo era advertirle no solo a los judíos, sino a todas las naciones del
mundo acerca del juicio de Dios sobre el pecado.
La
primera visión del profeta fue una vara de almendro, en el pensamiento hebreo,
de entre todos los árboles, se considera al almendro como el «vigía», porque
florece temprano, es decir, vela diligentemente, esperando la oportunidad de
florecer.
Una
segunda visión es una olla que hierve (juicio y calamidad) en el norte, debido
a que de allí procedía la mayoría de los invasores de Israel y Judá.
La
visión de la vara de almendro revela el comienzo del juicio de Dios, ya que el
almendro es de los primeros en florecer en la primavera. Dios vio el pecado de
Judá y de las naciones, y llevaría a cabo un juicio rápido y certero. La olla
que hierve, derramándose sobre Judá representaba a Babilonia entregando el
juicio ardiente de Dios, en contra del pueblo de Jeremías.
Los
babilonios fueron los principales instrumentos utilizados por Dios para
castigar a sus enemigos y acamparon a la entrada de las puertas de Jerusalén.
El juicio vendría a causa de la violación del pacto (contra los que me dejaron)
y la idolatría.
El
pueblo de Judá pecó en gran manera al continuar quemando incienso a los ídolos
y adorándolos. Dios les advirtió en específico en contra de esto, debido a que
el idólatra confía en la creación y no en el Creador. Aunque este pueblo pertenecía
a Dios, optó por seguir dioses falsos.
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