LECTURA
DIARIA:
Jeremías
capítulo 5
Dios
le dice a Jeremías que recorra las calles de Jerusalén y trate de localizar a
alguien que haga justicia. Si halla un hombre así, Dios perdonará a los
habitantes de la ciudad.
Jeremías comienza con los pobres, pero fracasa.
Entonces se dirige a los grandes (los líderes), pero tampoco tiene éxito. Todos
quebraron el yugo, esto es, se rebelaron; por eso Dios enviará fieras que
castiguen sus deslealtades.
Si
aparece un hombre que busque verdad , Dios perdonará la ciudad. Justicia y
verdad definen lo que Dios espera de Judá.
Jerusalén
era la ciudad capital y el centro de adoración de Judá, sin embargo Dios
desafió a cualquiera a encontrar al menos una persona justa y veraz en toda la
ciudad. Dios estaba dispuesto a salvar la ciudad si se encontrara una persona
así hizo una declaración similar sobre Sodoma. (Génesis 18.32)
Aun
los líderes que conocían las leyes de Dios y entendían sus palabras de juicio
lo rechazaron. Se suponía que debían enseñar y guiar al pueblo, pero en lugar
de eso los guiaron al pecado. Jeremías observó a los pobres e ignorantes, esos
que desconocían los caminos de Dios y se dio cuenta que no aprendían las leyes
de Dios de sus líderes. Por lo tanto, la búsqueda de Dios en Jerusalén fue
total, no había seguidores verdaderos en ningún nivel de la sociedad.
Si
el arrepentimiento implica «volverse», la apostasía refleja el «apartarse» o
«darle la espalda» a Dios.
Dios
responsabilizó a estas personas de los pecados de sus hijos ya que siguieron el
ejemplo de sus padres. El pecado de desviar a otros a través de nuestro
ejemplo, sobre todo a los hijos, es un pecado por el que Dios nos hará
responsables.
Los
falsos profetas negaron a Jehová, y contradijeron el mensaje de Jeremías
diciendo, y no vendrá mal sobre nosotros.
Al
no haberse arrepentido Judá ocasionará que gente robusta, los babilonios, se
coman lo que produce su tierra y la destruyan.
Las
palabras de Jeremías serán como fuego que consume, en comparación con el viento
que representa a los falsos profetas.
Jeremías
dijo al pueblo que ni sus ojos ni sus oídos les servían de algo debido a que se
negaban a ver y escuchar el mensaje de Dios. Los pueblos de Judá e Israel
fueron neciamente sordos cuando Dios les prometió bendiciones por su obediencia
y destrucción por su desobediencia.
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