UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
UNA
SOLA CARNE
La
mujer se ha vuelto más vulnerable por sentirse no realizada y no plenamente
feliz, tanto por quedarse en el hogar cumpliendo el rol tradicional como por
salir todos los días a trabajar para contribuir para el sostenimiento de la
familia.
Mientras que el hombre después de probar estos dos roles, en vez de
considerar a la esposa, se ha vuelto más insensible, descuidado, indiferente,
apático y hasta infiel.
La
mujer ha dejado de ser tratada como la reina del hogar, como la esposa bella
que espera a su amado, como la única mujer que merece fidelidad y lealtad,
creando así un vacío emocional y de autoestima.
El
hombre ha dejado de valorar, estimar y honrar a su esposa por lo que es, por lo
que significa, por lo que hace, por la posición original que DIOS le dio,
“ayuda idónea”. De manera que, aunque la esposa tenga todo materialmente porque
su esposo es responsable y fiel en trabajar, ella sigue vacía, sin amor, sin
reconocimiento, sin valoración, y muy vulnerable a todo, y he aquí el peligro
de la vulnerabilidad de la mujer.
Por
el otro lado, el error más grande del hombre es sentirse seguro de la esposa
que tiene en casa, que ella siempre estará allí fielmente, pues cree que ella
no puede hacer nada sin él. Es tan grande la soberbia del hombre que se vuelven
insensible ante los vacíos, necesidades, derechos, sueños, deseos, anhelos y
aspiraciones que tiene su esposa. A él solo le importa él, su trabajo, su ropa
limpia, su comida a tiempo, llegar a la cama y sin muchas palabras disfrutar de
su esposa sin pensar en que ella es una persona con sentimientos, inteligencia
y voluntad. Ese descuido, esa insensibilidad, ese poco reconocimiento, ese
sentido machista es lo que ha puesto en peligro la estabilidad de la familia.
El
hecho de que una mujer tenga todo en el hogar no garantiza que esté totalmente
realizada, por lo tanto es vulnerable. Un hombre a pesar de que tenga toda la
lealtad de su esposa en el hogar a cambio de todo lo que él lleva, no garantiza
que este sea fiel y leal a su esposa.
Es
la soberbia e insensibilidad masculina lo que le hace indiferente y poco
reverente hacia DIOS.
Hay
crisis por infidelidad de ambos: hombre y mujer.
La
estadística lo confirma que en los últimos años, tanto el hombre como la mujer
están en un 50% de probabilidad de ser infieles a su cónyuge, por la
vulnerabilidad femenina y por la insensibilidad masculina, que encuentran su
clara explicación en no tomar en cuenta a DIOS y la Biblia en su vida diaria
para respetarlo, temerlo y obedecerlo.
El
alejamiento de DIOS y el descuido de las normas originales de DIOS para el
matrimonio debilita no solo la relación con DIOS sino la relación como esposos,
y ese es el campo propicio para que satanás, el enemigo del matrimonio al
estilo de DIOS, destruya los matrimonios con perspectivas liberales, humanas,
tolerantes, mundanas, rebeldes y anti bíblicas.
El
resultado por la vulnerabilidad femenina y la insensibilidad masculina apoyada
por el postmodernismo.
Esto
es el resultado de la vulnerabilidad de la mujer formado por la insensibilidad
del hombre, matrimonios han llegado al final, hijos quedan sin padres, los
nuevos padres delincuentes, familias despedazadas, una sociedad fragmentada y
la perspectiva impulsada por el postmodernismo es que vean esto como algo
normal, es la sociedad moderna, sin ataduras, sin remordimientos, con derechos,
con igualdad, sin obligaciones a seguir los patrones, valores, credos y
principios tradicionales.
¡Volvamos
a la fuente, lo que nos dice en Su Palabra aquel que creó el matrimonio!
“Por
tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne”. (Génesis 2. 24).
Y
a través del Apóstol Pablo: “Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Las
casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el
marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual
es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a
Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a
vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del
agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa,
que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha.
Así
también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que
ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia
carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque
somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
Por
esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos
serán una sola carne”.
(Efesios
5. 21 – 31).
Dios
les bendiga abundantemente.
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