UN MOMENTO PARA PENSAR EN DIOS
RESTAURANDO
LAS RELACIONES INTERPERSONALES CON LA FAMILIA
Pensemos
en el ambiente de nuestro hogar. Analicemos nuestra interacción con nuestro
cónyuge y nuestros hijos.
¿Realmente
nos hablamos? O lo que es más importante, ¿los escuchamos? En nuestra vida
ajetreada es fácil ir socavando la verdadera comunicación. La computadora
portátil y el teléfono inteligente se convierten en aparatos siempre presentes
y siempre prendidos, ladrones que nos roban los momentos, ya escasos, que
tenemos con nuestros seres queridos.
En
un artículo reciente un importante diario señaló que cada vez son más los hijos
que les piden a sus padres reducir el uso de teléfonos inteligentes y
computadoras en la casa: "Papá, ¿puedes guardar tu portátil?".
Algunos
estudios han revelado que un empleado pasa en promedio menos de 30 segundos al
día en comunicación real con sus hijos. ¡Eso no es suficiente! Si ese es todo
el tiempo que estamos dedicando a conversaciones con nuestros hijos, entonces
nosotros y ellos, nos encaminamos a graves problemas.
Debemos
hacer un compromiso con nosotros mismos de invertir en nuestras relaciones cara
a cara.
Comunicarnos
entre esposos todos los días. Debemos dar de nosotros mismos. Hablar de
nuestros altibajos, de lo que sentimos cada día, animar al otro.
Tratemos
de aplicar la "respuesta blanda" para disipar cualquier enojo ante
alguna realidad que nos toque vivir. (Proverbios 15. 1)
Mostrémonos
dispuestos a ceder en algo. Al fin y al cabo, Jesús dijo que "más
bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20. 35). Procuremos comprender a
nuestra esposa o esposo. Pongamos el teléfono a un lado y apaguemos la
computadora.
¡Quizás
encontremos, con asombro, que nuestro matrimonio vuelve a florecer como nunca
antes!
Moisés
ordenó a los hijos de Israel que se comunicaran continuamente con sus hijos:
"Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el
camino, y al acostarte, y cuando te levantes". (Deuteronomio 6. 6-7)
Este
es un mandato a los padres y madres cristianos de que transmitan la verdad a
sus hijos en cada oportunidad. Pero pensemos todo lo que estos versículos
implican, más allá de solo la verdad; también debe haber abundante conversación
general entre los miembros de la familia.
Uno
de los mejores momentos para comenzar es durante las comidas. Procuremos
comer juntos, en familia, por lo menos una vez al día. A la hora de
las comidas, apaguemos el televisor. Guardemos el periódico. Prohibamos los
teléfonos celulares en la mesa.
Hagamos
preguntas y animemos a todos a participar, sin dejar a ninguno por fuera. No
dejemos que los miembros de nuestra familia se vayan alejando unos de otros.
Empecemos a reunirlos comiendo juntos con regularidad y cuantas veces sea
posible.
Mientras
escuchan, los miembros de la familia deben mirarse unos a otros ¡cara a cara!
Para los padres, resulta especialmente importante prestar toda la atención a
sus hijos cuando hablan.
Escuchemos
a nuestros hijos con toda nuestra atención, de tal modo que se sientan
realmente amados, sabiendo que son tan valiosos para nosotros que merece todo nuestro
interés y consideración.
Las
conversaciones a la hora de la comida pueden ser el cimiento para renovar la
comunicación y la cooperación en el seno de la familia.
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