LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 59
En
este capítulo se continúa el mensaje del capítulo anterior destinado a hacerle
entender al pueblo de Judá por qué su religión, por espiritual que pareciera le
resultaba inefectiva: ¿Por qué… no hiciste caso? ¿Por qué… no te diste por
aludido?
Después
de las declaraciones de los versículos 1 y 2, que retoman la respuesta del
profeta a las preguntas planteadas por el pueblo de Judá en 58:3, el profeta
expone los pecados del pueblo.
Debido
a la rebelión intencional y persistente de Israel, la nación se volvió incapaz
de tomar medidas en contra de sus pecados. El pecado llena el vacío dejado
cuando la verdad de Dios ya no satura nuestras vidas. Solo Dios puede derrotar
el pecado.
Luego,
en los versículos 9-11, se amplía la exposición de las consecuencias de las
iniquidades del pueblo que, en resumen, han alejado la realización de la plena
redención y han sumido al pueblo en la tiranía de la oscuridad espiritual.
El
profeta eleva un lamento por la descarriada nación sumergida en la injusticia,
la opresión y la falsedad. Sin embargo, comenzando con el versículo 12, se hace
eco y confiesa que el pueblo comienza a reconocer haber creado sus propios
problemas.
Y en
los versículos 12-15 el profeta confiesa los pecados de su pueblo, llegando a
la antesala de la intercesión por su pueblo, pero se calla al alcanzar este
punto. Entonces Jehová, viendo que no había quién pudiese interceder,
interviene directamente para redimir a Sion tras un acto de juicio.
Al
no encontrar un mediador humano calificado para representar al caído Israel,
Jehová provee su propia salvación. Se coloca encima la armadura de soldado para
enfrentarse a los enemigos y a quienes no se arrepientan. Entonces trae
redención a los penitentes en Sion.
Este
capítulo tiene importancia mesiánica y se refiere a la salvación forjada por
Cristo.
Dios
rescataría a la nación de los ejércitos enemigos (Asiria y Babilonia) y también
castigaría a los israelitas malvados. Además, rescataría a su pueblo del
pecado. Ya que esta es una tarea imposible para cualquier humano, Dios mismo,
como el Mesías, vendría personalmente para ayudarlos.
Se
le asegura al pueblo de Dios que sus enemigos serán enfrentados con el irresistible
poder de su Espíritu.
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