LECTURA
DIARIA:
Isaías
capítulo 64
Hay
aquí una continuación de la oración de Isaías, quien aquí implora a Jehová que
descienda y, en medio de un terremoto, castigue a las naciones y salve a Sion,
como lo haría un Padre .
El
pecado y la culpa habían dejado a los israelitas recubiertos de andrajos desde
el punto de vista moral. La apariencia de Dios es tan intensa como un fuego
abrasador que consume todo a su paso. Si somos tan impuros, ¿cómo podemos ser
salvos? Solo por la misericordia de Dios. Los israelitas experimentaron la
gloria de Dios en el monte Sinaí. Cuando Dios se presentó ante Moisés, hubo
truenos, humo y un terremoto.
El
pecado nos hace impuros para que no podamos acercarnos más a Dios, más que un
mendigo en harapos podría comer a la mesa del rey. Nuestros mejores esfuerzos
siguen infectados de pecado. La única esperanza, por lo tanto, es la fe en
Jesucristo, quien nos puede limpiar y llevar ante la presencia de Dios. Este
pasaje puede malinterpretarse con mucha facilidad. No significa que Dios nos
rechace si vamos a Él con fe, ni que El desprecia nuestros esfuerzos para
agradarle. Significa que si vamos a Dios demandando su aceptación sobre la base
de nuestra «buena» conducta, El señalará que nuestra bondad no es nada
comparada con su justicia infinita. Este pasaje va dirigido sobre todo a los
impenitentes, no para el verdadero seguidor de Dios.
Nosotros
barro: Esta metáfora alude a la soberanía de Dios, que moldea a los individuos,
a las naciones y la historia de la humanidad según su propósito.
Proféticamente
hablando, Isaías describe como quedarían Jerusalén y el templo, desolados y en
ruinas, cien años después del cautiverio.
¿Cómo
pudo Dios permitir, en silencio, lo que ocurrió con Jerusalén y el templo? Expresa
el asombro ante la pasividad de Dios, oculto en su santa morada, como si su
silencio negara que alguna vez fue real algún pacto de amor entre Jehová y una
familia del planeta: Israel.
Por
eso, el profeta expresa su profundo anhelo de que por fin Dios desgarrara los
cielos que impiden que sea visto por los seres humanos, y se hiciera visible
descendiendo.
En los
versículos 9 y 10 de nuevo apela al carácter paternal de Dios en su relación
con su pueblo Israel.
Finalmente,
en los versículos 10-12 el profeta apela a la dignidad de Dios y a la
manifestación de su gloria a los demás pueblos. Termina con dos preguntas
retóricas que resumen su intercesión: Con todo lo ocurrido, ¿vas a contenerte,
oh Jehová? ¿Vas a callar y a afligirnos sin medida?
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