domingo, 17 de junio de 2018

Leyendo... Isaías capítulo 64



LECTURA DIARIA:
Isaías capítulo 64

Hay aquí una continuación de la oración de Isaías, quien aquí implora a Jehová que descienda y, en medio de un terremoto, castigue a las naciones y salve a Sion, como lo haría un Padre .

El pecado y la culpa habían dejado a los israelitas recubiertos de andrajos desde el punto de vista moral. La apariencia de Dios es tan intensa como un fuego abrasador que consume todo a su paso. Si somos tan impuros, ¿cómo podemos ser salvos? Solo por la misericordia de Dios. Los israelitas experimentaron la gloria de Dios en el monte Sinaí. Cuando Dios se presentó ante Moisés, hubo truenos, humo y un terremoto.
El pecado nos hace impuros para que no podamos acercarnos más a Dios, más que un mendigo en harapos podría comer a la mesa del rey. Nuestros mejores esfuerzos siguen infectados de pecado. La única esperanza, por lo tanto, es la fe en Jesucristo, quien nos puede limpiar y llevar ante la presencia de Dios. Este pasaje puede malinterpretarse con mucha facilidad. No significa que Dios nos rechace si vamos a Él con fe, ni que El desprecia nuestros esfuerzos para agradarle. Significa que si vamos a Dios demandando su aceptación sobre la base de nuestra «buena» conducta, El señalará que nuestra bondad no es nada comparada con su justicia infinita. Este pasaje va dirigido sobre todo a los impenitentes, no para el verdadero seguidor de Dios.
Nosotros barro: Esta metáfora alude a la soberanía de Dios, que moldea a los individuos, a las naciones y la historia de la humanidad según su propósito.
Proféticamente hablando, Isaías describe como quedarían Jerusalén y el templo, desolados y en ruinas, cien años después del cautiverio.
¿Cómo pudo Dios permitir, en silencio, lo que ocurrió con Jerusalén y el templo? Expresa el asombro ante la pasividad de Dios, oculto en su santa morada, como si su silencio negara que alguna vez fue real algún pacto de amor entre Jehová y una familia del planeta: Israel.
Por eso, el profeta expresa su profundo anhelo de que por fin Dios desgarrara los cielos que impiden que sea visto por los seres humanos, y se hiciera visible descendiendo.
En los versículos 9 y 10 de nuevo apela al carácter paternal de Dios en su relación con su pueblo Israel.
Finalmente, en los versículos 10-12 el profeta apela a la dignidad de Dios y a la manifestación de su gloria a los demás pueblos. Termina con dos preguntas retóricas que resumen su intercesión: Con todo lo ocurrido, ¿vas a contenerte, oh Jehová? ¿Vas a callar y a afligirnos sin medida?

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