TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Y
los reyes del mundo se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las
montañas, junto con los grandes, los jefes militares, los ricos, los poderosos
y todos los esclavos y los hombres libres; y decían a las montañas y a las
rocas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la presencia del que está
sentado en el trono, y de la ira del Cordero!
Porque ha llegado ya el gran
día del castigo, ¿y quién podrá resistir?”
Apocalipsis 6. 15 – 17
La
Biblia está llena de paradojas. La definición de una paradoja es aquello que
parece ser contradictorio.
También
la vida cristiana es una serie de paradojas. Cuando soy débil, entonces soy
fuerte: escribió el apóstol Pablo.
(2
Corintios 12.10).
Aquí
tenemos otra paradoja: La ira del Cordero. El "cordero" es una descripción
muy conocida de Jesucristo.
¿Cómo
puede un pequeño cordero, cuya característica destacable es la mansedumbre y
humildad, cómo puede enojarse?
Juan
dijo: Él es el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
(Apocalipsis 13.8). Cristo es el Cordero inmolado ya desde antes de la
fundación del mundo.
La
mansedumbre es una de las destacadas cualidades de Cristo. Él demostró su
mansedumbre en Su entrega y en Su obediencia a Dios Padre para realizar el
"plan de Salvación del ser humano", a pesar del costo, del
sacrificio, de esa entrega total y voluntaria. Jesucristo fue totalmente
inofensivo y fiable.
Él
era manso y humilde. Cristo llegó a lavar los pies de los discípulos, para
dejarles un modelo de humilde entrega, servicio y amor. A nadie dejaba
indiferente, y hasta aquellos que no creían en Él quedaban conmovidos por su
ternura, sencillez y sensibilidad. Un cordero dispuesto para el sacrificio.
¿Cómo
se explica la ira? Pareciera que "la ira" no encaja con el carácter
de Dios, según nuestros esquemas o conceptos. Dios ama lo bueno; Él aborrece el
mal. Él no aborrece, ni odia, como los hacemos los seres humanos. Él no es
vengativo. Dios es Justo. Dios es Santo. Dios aborrece todo aquello que es
contrario a Su propia naturaleza. Él se llama a Sí mismo "Jehová". Él
es un hombre de guerra. Él es fuerte y poderoso.
Sería
como mezclar el fuego con el agua, el reunir la ira y el manso Cordero, sin
embargo toda la furia de la ira de Dios es revelada en el Cordero. Cuando
Jesucristo estuvo en la Tierra, hizo un látigo con unas cuerdas y con él
expulsó a los mercaderes, comerciantes y cambistas de dinero fuera del recinto
del sagrado Templo.
Él
llamó a los líderes religiosos "una generación de víboras"; y
"sepulcros blanqueados". Jesucristo llegó a maldecir a una higuera.
Cristo rechazó a la ciudad de Jerusalén, pero con lágrimas y gran tristeza. Él
continúa controlando las fuerzas de la naturaleza, y las utilizará para el
juicio venidero.
Dios
ha declarado la guerra al pecado. Él no va a disculpar, minimizar o pasar por
alto todo aquello que ha causado tal estrago a los hombres. Llegará un día en
el que la ira del Cordero se hará evidente.
El
salmista, autor del Salmo 2, nos advierte: “Ahora, pues, oh reyes, sed
prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Honrad al Hijo, para que
no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto Su ira”.
(vers. 10 y 12).
Dios
les bendiga abundantemente.
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