LECTURA
DIARIA:
Apocalipsis
capítulo 11
Es
probable que este templo sea un símbolo de la Iglesia (los creyentes
verdaderos) porque no habrá un templo en la nueva Jerusalén.
Juan
midió el templo para mostrar que Dios está construyendo muros de protección
alrededor de su pueblo para salvarlo del daño espiritual, y que hay un lugar
reservado para todos los creyentes que permanecen fieles a Dios.
Los
que adoran dentro del templo serán protegidos espiritualmente, pero quienes lo
hagan afuera se enfrentarán a gran sufrimiento. Esta es una forma de decir que
los verdaderos creyentes serán protegidos mientras dure la persecución, pero
los que se resisten a creer serán destruidos.
Los
dos testigos del versículo 3 muestran
una gran semejanza con Moisés y Elías, dos poderosos profetas de Dios. Con el
poder de Dios, Moisés hizo caer plagas sobre la nación de Egipto. Elías venció
a los profetas de Baal. Ambas personas aparecieron con Cristo en su
transfiguración.
En
el libro de Apocalipsis, los números suelen ser de carácter simbólico y no
tienen un sentido verdadero. Los 42 meses o 1.260 días equivalen a tres años y
medio. Como mitad del número perfecto (siete), tres y medio puede indicar
incompleto, imperfecto o incluso malo. Los acontecimientos que se predicen para
este tiempo: agitación (Daniel 12.7), la ciudad santa es hollada (Daniel 11.2),
la mujer se refugia en el desierto (Daniel 12.6) y la bestia inspirada por el
demonio ejerce su autoridad (Dan 13.5).
Algunos
comentaristas relacionan los tres años y medio con el período de hambruna en
los días de Elías. Debido a que Malaquías predijo el regreso de Elías antes del
juicio final (Malaquías 4.5) y como que los acontecimientos en Daniel y
Apocalipsis preparan el camino para la Segunda Venida, posiblemente Juan estaba
haciendo una conexión.
Es
posible, naturalmente, que los tres años y medio sean literales. Si es así, claramente
reconoceremos cuando tengan lugar. Ya sean simbólicos o literales, sin embargo,
indican que el demonio reinará hasta tener un final definitivo.
Al
tirano que aparece también se le llama la "bestia" y pudiera
referirse a satanás o a un agente de satanás.
Jerusalén,
una vez la santa ciudad y capital de Israel, es ahora territorio enemigo. Se le
compara con Sodoma y con Egipto, ambas conocidas muy bien por su maldad. En la
época en que Juan escribe, Jerusalén había sido destruida por los romanos en 70
d.C., se había exterminado casi un millón de judíos y se habían llevado a Roma
los tesoros del templo.
Todo
el mundo se regocija con la muerte de los dos testigos, los que causaron
dificultades al decir lo que la gente no quería oír: mensajes acerca de su
pecado, su necesidad de arrepentimiento y el castigo venidero.
El
toque de la séptima trompeta anuncia la llegada del Rey. Ya no hay retroceso.
Los juicios venideros dejan de ser parciales y son completos en su destrucción.
Dios
está en control de la situación y da rienda suelta a toda su ira sobre el mundo
maligno que se niega a volverse a Él. Cuando comience la ira, no habrá manera
de escapar.
En
la Biblia, Dios recompensa a su pueblo de acuerdo con lo que merece. A lo largo
del Antiguo Testamento, a menudo la obediencia trajo recompensa en esta vida
(Deuteronomio 28), pero la obediencia y la recompensa inmediata no siempre
están ligadas. Si lo estuvieran, los buenos siempre serían ricos, y el
sufrimiento siempre sería señal de pecado. Si fuéramos premiados rápidamente
por cada obra fiel, muy pronto llegaríamos a pensar que somos muy buenos. Al
poco tiempo nos hallaríamos haciendo obras buenas por razones puramente
egoístas.
Nuestra
mayor recompensa es vida eterna en su presencia.
En
el Antiguo Testamento, el arca del pacto fue el tesoro más preciado de la
nación israelita.
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