TIEMPO DE REFLEXIÓN
“En ese momento quedé bajo el poder del
Espíritu, y vi un trono puesto en el cielo, y alguien estaba sentado en el
trono.
El que estaba sentado en el trono
tenía el aspecto de un diamante o de un rubí, y alrededor del trono había un arco
iris que brillaba como una esmeralda; también
alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, en los cuales estaban
sentados veinticuatro ancianos: iban vestidos de blanco y llevaban una corona
de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos, voces y truenos; y
delante del trono ardían siete antorchas de fuego, que son los siete espíritus
de Dios”.
“Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la
gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad existen y han sido creadas.” Apocalipsis 4. 2 – 5; 11.
porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad existen y han sido creadas.” Apocalipsis 4. 2 – 5; 11.
Cuando Juan entró por la puerta del Cielo vio un trono,
no un mueble físico, sino un símbolo de mando soberano, y de autoridad
absoluta. El Trono de Dios representa Su Majestad.
La visión que tuvo Juan de la presencia de Dios era como
un destello cegador de un diamante al sol, con su brillo deslumbrante
Representa la insoportable luminosidad de la pureza de
Dios; las vetas como de sangre de la coralina, Su justa ira, y el más benigno
verde de la esmeralda, Su misericordia, gracias a la cual podemos mirar Su
pureza y Su justicia
Juan añade más detalles a su descripción misteriosa e
impresionante del cielo. Los relámpagos y los truenos no son producto de la
furia de la naturaleza, sino de la justicia divina que desciende de un Dios
temible y poderoso sobre un mundo lleno de pecado.
Nuestra mente finita solo puede imaginar en parte la
grandeza de Dios al leer semejante descripción.
Pero sí podemos conocer en profundidad el amor de Dios
cuando él llega a nuestras vidas pecadoras y las limpia al rendirnos a Él.
Los seres humanos fuimos creados para agradar y adorar a
Dios. "Porque tú creaste todas las cosas; existen y fueron creadas para
ser de tu agrado" (Apocalipsis 4.11).
El primer propósito de nuestra vida debería ser agradar a
Dios con nuestras propias vidas, vivir para complacerlo.
Y en la Biblia, agradar a Dios se conoce como adorar a
Dios. El Salmo 147.11 dice: "Él se complace en los que lo adoran, en los
que confían en su gran amor". ¿Y qué es adoración? Todo lo que hagas para
complacer a Dios puede ser un acto de adoración.
Dios quiere todo de nosotros. Dios no quiere una parte de
nuestra vida. Dios pide todo.
El primer mandamiento es: "Ama al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus
fuerzas".
A Dios no le conmueven, ni le interesan, los compromisos
a medias, la obediencia parcial o las sobras de nuestro tiempo. Quiere devoción
plena, no pedacitos de nuestra vida.
Una mujer Samaritana en cierta ocasión discutió con Jesús
acerca del mejor tiempo, lugar y estilo de adoración. Jesús le contestó que
esos aspectos eran irrelevantes.
El lugar de adoración no es tan importante como "el
por qué adoramos" y cuánto de nuestro ser le ofrecemos a Dios cuando lo
hacemos. Y cuando adoramos, Él mira más allá de nuestras palabras, observando
la actitud de nuestro corazón. Podemos adorarlo con imperfecciones, pero no con
falta de sinceridad. Debemos adorar a Dios con nuestro corazón y con nuestra
cabeza, con esfuerzo y con energía.
Dios les bendiga abundantemente.
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