TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Yo, Jesús, he enviado mi
ángel para declarar todo esto a las iglesias. Yo soy el retoño que desciende de
David. Soy la estrella brillante de la mañana.” El Espíritu Santo y la esposa
del Cordero dicen: “¡Ven!” Y el que escuche, diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed,
y quiera, venga y tome del agua de la vida sin que le cueste nada”. Apocalipsis 22. 16 – 17
El Señor Jesucristo declara
Su deidad: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y
el último." Así lo afirma al comienzo del libro de Apocalipsis, y así
también lo concluye.
Sólo los creyentes,
pecadores arrepentidos, que han sido perdonados y lavados por la sangre de
Cristo, tendrán derecho a acercarse a la Eternidad, confiados en tener libre
acceso a la presencia de Dios, a la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, y al
árbol de la vida.
Esto es excluyente,
inaccesible, para todo aquel que ha muerto en sus delitos y pecados, sin llegar
a arrepentirse, sin buscar a Dios, pero también, todo aquel que no ha mostrado
fruto de su arrepentimiento, aquel que sólo de labios, pero no de corazón,
dicen creer y tener fe en Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador y Señor nuestro.
El Señor Jesucristo afirma y
ratifica que ha enviado a Su ángel con este mensaje personal, al mencionar Yo
Jesús. Él toma aquí el nombre que recibió cuando asumió Su humanidad.
Los creyentes, los hijos de
Dios pasaremos la Eternidad centrados en Él, en Su persona.
Él es llamado "la Raíz
y el linaje de David" esto une a Jesucristo con el Antiguo Testamento. La
estrella resplandeciente de la mañana, esto es Jesucristo para la Iglesia; la
estrella resplandeciente de la mañana que aparece en el momento más oscuro de
la noche, la que indica que el sol saldrá dentro de breve, pronto.
El Antiguo Testamento
concluye con las palabras del profeta Malaquías diciendo que el sol de justicia
se levantaría con sanidad en Sus alas. Ésa era la esperanza del Antiguo
Testamento. Pero para nosotros, los creyentes, la Iglesia de los redimidos y
salvos, Él es la estrella resplandeciente de la mañana, que vendrá en el
momento más tenebroso y oscuro.
Esta es una doble
invitación: una invitación para que Jesucristo venga, y una invitación a los
pecadores a ir a Cristo, antes que Él venga.
El Espíritu Santo está
activo en el mundo. El Espíritu Santo está realizando Su poderosa obra en la
Tierra, convirtiendo y convenciendo a los pecadores. Él se une a la oración de
la Iglesia: "Señor Jesús, ven, ven". El Espíritu de Dios obra a
través de Su Palabra y a través de cada creyente que ama, proclama, vive, y
obedece la Palabra de Dios.
La invitación que Dios ya
extendió y sigue en pie. Jesucristo hoy nos extiende una cariñosa invitación
personal a venir a Él.
¡Qué invitación! ¡El
rechazar o aceptarla tendrán consecuencias eternas!
Dios les bendiga
abundantemente.
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