domingo, 6 de octubre de 2019

Leyendo... Apocalipsis capítulo 2 – El mensaje a Filadelfia



LECTURA DIARIA:
Apocalipsis capítulo 2 – El mensaje a Filadelfia

Filadelfia, la sexta iglesia del Apocalipsis, estaba ubicada a 60 kilómetros al este de Sardis. Esta ciudad tuvo diferentes nombres a lo largo de su historia como Neo Cesara y Flavia. Pero su nombre más significativo y con el cual la palabra de Dios lo presenta es “Filadelfia”, que significa “amor fraternal”.

Era una ciudad rodeada por una gran planicie de tierra quemada llamada “katakaumena” y llena de cicatrices por su tormentoso y sacudido pasado de terremotos que tuvo que sufrir.
Jesucristo no pudo escoger a una iglesia más idónea para representar a esta época de la iglesia cristiana, pues veremos que la profecía muestra que estos detalles históricos de Filadelfia ilustran acertadamente su pasado espiritual. Jesucristo expresa los siguientes elogios acerca de Filadelfia “has guardado mi palabra” y “no has negado mi nombre”. Apocalipsis 3.8.
Filadelfia es la única de las siete iglesias del Apocalipsis que solo recibe elogios de parte de Jesucristo.
La época de la iglesia correspondiente a “Filadelfia” experimentó una renovación del Espíritu y del entusiasmo y celo que la hacía semejante a la misma época inicial del Cristianismo.
Incluso los enemigos de la iglesia reconocen su condición como amados de Dios. Apocalipsis 3.9
El versículo 10 expresa un precioso pacto de amor entre Dios y su pueblo, al decir: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré…” Apocalipsis 3.10
En esa época se presentó un enorme interés por conocer y entender las profecías de las Sagradas Escrituras en muchas iglesias y denominaciones cristianas.
A “Filadelfia” Cristo anuncia su cercanía y la proximidad de su retorno diciendo, “he aquí, yo vengo pronto…” Apocalipsis 3.11
 “Filadelfia” es la iglesia del gran despertar religioso relacionado a la proclamación del cercano retorno de Jesucristo en el contexto de la luz de las profecías del “tiempo del fin”.
La época correspondiente a “Filadelfia” fue el momento histórico que más se preocupó por las promesas escatológicas. Reinaba ampliamente la esperanza en el cercano Reino de Dios.
 “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre.” Apocalipsis 3.7
Jesucristo se presenta a la iglesia de “Filadelfia” como “el Santo y Verdadero”, como aquel “que tiene la llave de David.” Aquí encontramos un precioso símbolo de poder. La palabra de Dios enseña que Jesús es el legítimo heredero al trono de David. Jesús es el rey del divino Reino Eterno con la capital de la Nueva Jerusalén celestial que se asentará finalmente en la Tierra Nueva.
Es importante saber que “las llaves del reino de los cielos” no fueron entregados solo a Pedro, sino a TODOS los discípulos.
¿Qué significan estas “llaves del reino de los cielos” y qué significa en ese contexto atar o desatar algo? El versículo nos presenta acciones terrenales (“atar” o “desatar”) que tienen impactos “en el cielo”, donde como consecuencia directa, lo mismo será atado o desatado.
 “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.” Apocalipsis 3.12.
Una columna está asociada al concepto de continuidad. Al decir columna en el “templo”, se refiere a la Iglesia. De esta manera este versículo hace alusión al eterno reino de Dios y nos da a entender que durante la duración eterna de aquel reino, el vencedor será parte íntegra del mismo. Es decir para siempre.
Es muy significativo que Jesucristo promete escribir “el nombre” de su santo Padre sobre el vencedor. Lo mismo ocurre con los 144.000 de Apocalipsis 14.1. Se trata de una cuestión de identidad, pues en las Sagradas Escrituras el nombre de Dios representa su carácter. El nombre de Dios es “santidad”, “justicia” y “amor”. 
Recibir “el nombre” de Dios en nuestras frentes, es decir experimentar la transformación de nuestro carácter hacia la imagen y semejanza divina, significa ser sellados por Dios.
Al decir que “nunca más saldrán de ahí” nos da a entender que ya no habrá peligro que caigan o vuelvan atrás. La salvación les está asegurada para siempre. Al fin del tiempo de gracia y del juicio, el destino eterno de los vencedores victoriosos habrá sido sellado.

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