LECTURA
DIARIA:
Apocalipsis
capítulo 18
Este
capítulo muestra la destrucción completa de Babilonia, nombre metafórico que
emplea Juan para referirse al poder mundial del maligno y todo lo que este
representa. Todo lo que trata de impedir los propósitos de Dios llegará a tener
un fin violento.
Los
comerciantes del Imperio Romano se enriquecieron explotando los placeres
pecaminosos de su sociedad. Muchos comerciantes hacen lo mismo hoy. A menudo el
comercio y el gobierno se basan en la avaricia, el dinero y el poder. Mucha
gente brillante es motivada a sacar ventaja de un sistema maligno para
enriquecerse.
+Debemos
vivir de acuerdo con los valores que Cristo vivió mediante el servicio, la
entrega, la obediencia y la verdad.
El
pueblo de Babilonia ha vivido en derroches y deleites. Ella alardeó "Yo
estoy sentada como reina[...] no veré llanto". La gente pudiente y
poderosa en este mundo es susceptible a esa misma actitud.
Esa
actitud desafía a Dios, y es duro el juicio en su contra.
Los
que están atados al sistema del mundo lo perderán todo cuando este se derrumbe.
Se destruirá en una hora lo que se esforzaron por construir toda la vida. Los
que trabajan procurando solo recompensa material no llegarán a tener nada
cuando mueran o cuando desaparezcan sus bienes.
Lo
único que podemos atesorar es nuestra
fe, nuestro carácter cristiano y nuestra relación con otros creyentes. Eso es
más importante que cualquier cantidad de dinero, poder o placer.
Los
que controlan varios sectores del sistema económico gemirán con la caída de
Babilonia. Los líderes políticos gemirán porque fueron los supervisores de la
riqueza de Babilonia y pudieron enriquecerse abundantemente.
Los
mercaderes gemirán porque desapareció Babilonia, el mayor cliente de sus
productos. Los navegantes ya no hallarán lugar al que llevar sus productos
porque los mercaderes no tendrán a quién venderlos. La caída del mundo impío
afectará a todo el que disfrutó y dependió de su sistema. Nadie quedará sin ser
afectado por la caída de Babilonia.
La
lista de mercadería que aparece, ilustra
el materialismo extremo de esta sociedad. Pocos de estos productos son
necesarios; mayormente tienen que ver con el lujo. La sociedad se había
desenfrenado hasta el punto de que la gente estuvo dispuesta a emplear sus
medios impíos para satisfacer sus deseos. Aun la gente se convirtió en
producto. Las "almas de hombres", los esclavos, se vendieron a
Babilonia.
El
pueblo de Dios no debe vivir para el dinero, ya que este no tendrá valor en la
eternidad. Debe mantenerse siempre en guardia en contra de la avaricia, un
pecado que se halla al acecho.
La
gran piedra de molino arrojada al mar por el ángel, es un símbolo que indica la
total destrucción de Babilonia.
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