LECTURA
DIARIA:
Apocalipsis
capítulo 5
El
contexto de Apocalipsis capítulo 5 muestra inicialmente a Dios Padre, quién
está sentado en el trono, con el libro sellado en su mano derecha.
En
la antigüedad un libro era un pergamino, enrollado en un palo largo. El libro
que está en la mano derecha de Dios Padre es muy especial ya que fue
sellado con siete sellos, y nadie, ni siquiera un ángel celestial,
era digno para poderlo abrir, ni leer, ni siquiera mirar. El hecho que este
libro estaba en la mano de Dios muestra que se trata de conocimiento
divino y los seres del universo entero eran incapaces e indignos de entrar
en los consejos del Creador.
Juan dice: “Y lloraba yo mucho, porque no
se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de
mirarlo.” Apocalipsis 5.4
Pero
uno de los 24 ancianos le dijo: “No llores. He aquí que el León de la
tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus
siete sellos. Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres
vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado,
que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de
Dios enviados por toda la tierra.“ Apocalipsis 5.5, 6.
Todas
las criaturas celestiales proclaman la dignidad de Jesucristo. Jesús es
el autor de la vida y Creador de todas las cosas.
Jesús
recibe dos nuevos nombres. En primer lugar “el león de la tribu de Judá”.
Sabemos que un león se caracteriza por su fortaleza, su autoridad y sus poderes
reales. Es por eso que el león es el rey de los animales. Génesis 49. 9 – 10
habla acerca del Mesías: “Cachorro de león, Judá; De la presa subiste,
hijo mío. Se encorvó, se echó como león, así como león viejo: ¿quién lo
despertará? No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre
sus pies, hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los
pueblos.”
Este
nombre aparece en la profecía de Jacob según la cual se afirma que «el cetro»
no se apartaría de la tribu de Judá.
El
segundo nombre dado a Jesús en este contexto es “la raíz de
David”. Jesucristo apareció en la descendencia de David.
David
era un modelo del Antiguo Testamento que prefiguraba al Señor Jesucristo. Pues
el trono y el reinado de David fueron una figura del trono y del reinado de
Jesucristo sobre su pueblo.
En
el Antiguo Testamento encontramos otra profecía mesiánica . Esta vez
en el libro del profeta Isaías, donde identifica a Jesucristo nuevamente como
descendiente directo de David.
“Saldrá
una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará
sobre él el Espíritu del Señor… Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí,
la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y
su habitación será gloriosa.” Isaías 11.1, 2, 10.
Jesucristo
tiene el derecho de abrir el libro sellado pues obtuvo la victoria en el
conflicto sobre el mal. ¡Cristo venció la tentación, la agonía en la cruz, la
muerte y el sepulcro! ¡Y de esta manera nos aseguró la salvación!
Uno
de los 24 ancianos dijo a Juan que no llore porque el león de la
tribu de Judá había vencido y es digno de abrir los siete sellos.
Jesús
tiene un carácter dual. En su carácter se unen la majestuosidad y autoridad del
león y la mansedumbre y humildad del cordero.
Otra
razón por la cual se destaca a Cristo en esta visión como el cordero
inmolado es porque Jesús asumió en esa ceremonia la sagrada función del
Sumo Sacerdote celestial para intermediar por el pecador arrepentido mediante
la sangre de su sacrificio, como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Recién
en el momento de iniciar el juicio celestial, Cristo asume su reino eterno
decidiendo quienes podrán ser súbditos de su reino eterno, y tras el juicio
celestial comienza a reinar. En ese momento cambiará su ropa de sumo sacerdotal
por la vestimenta real. ¡Cristo dejará su función de cordero y asume su función
de león!
Jesús
es representado además con siete cuernos y siete ojos. El número siete es
el número de la perfección divina y de lo completo. Los siete
ojos que tiene el Cordero representan la omnisciencia divina. Y
los siete cuernos que tiene el Cordero representan su poder y su
fuerza.
“Y
vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el
trono.” Ap. 5.7
En
cierto sentido Jesús ya es recibido como rey en esta ceremonia, pues ya recibe
el nombre de “el león de la tribu de Judá” . Pero todos los presentes
son conscientes que antes de ser entronado, asumir su reino y comenzar a
reinar, el Señor tiene que pasar todavía por la fase en la que empeña el papel
del Sumo Sacerdote celestial. Es por eso que Cristo es presentado en la
ceremonia como un Cordero inmolado.
La razón por la cual Dios
Padre tiene el libro con los siete sellos en su mano derecha es porque desea
entregarle el libro a su Hijo que se sentará a su mano derecha, es decir a su
diestra.
Antes
de que Cristo abandonase el cielo para venir a la tierra y hacerse hombre, ya
estaba sentado a la diestra de Dios.
Pero
cuando Jesús retornó al cielo volvió a recuperar en la ceremonia que nos
describe Juan en Apocalipsis capítulo 5,
sus atributos divinos que había dejado atrás al venir a la tierra, como también
el lugar que le corresponde al lado derecho de su Padre.
“Y
cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro
llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un nuevo
cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque
tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje
y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y
sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos
ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su
número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue
inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza.” Ap. 5.8-12
El
pasaje nos muestra además que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote celestial, tiene
muchos asistentes, como en este caso los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos; tal como los sumos sacerdotes de la antigüedad tenían
muchos asistentes que le colaboraban en el servicio antiguo del santuario
terrenal.
Este
capítulo termina con una hermosa visión de la adoración celestial a Cristo.
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