TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“En
cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Contra tales
cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la
naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos. Si
ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos
guíe. No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades y envidias entre
nosotros”. Gálatas 5. 22 -26
¿Cuánto
estarías dispuesto a pagar por una taza de café?
Hay
un café producido con granos de arábica procedentes de una remota villa rural
de Tailandia. Este café es literalmente preparado por elefantes que
consumen los granos de café Arábica y los procesan durante la digestión; su
ácido estomacal descompone las proteínas del grano y le proporciona un sabor
característico y robusto a la bebida. Este café es raro y costoso porque solo
una pequeña cantidad de granos está disponible durante el año. En
promedio tan sólo una taza costaría más de 65 dólares, lo que hasta el momento
lo convierte en el café más caro del mundo.
Muchos
persiguen frutos exóticos como ese, y pagan fortunas para obtenerlos
Los
creyentes tienen un fruto que es muchísimo más valioso y precioso que el fruto
de ese café o cualquier otro fruto
exótico.
Es
el fruto del Espíritu: “… amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y dominio propio…” (Gálatas 5. 22-23). Este “fruto” es un
aspecto único que nos acerca más al carácter y prioridades de Cristo.
En
los Evangelios, al ver su vida vemos cómo Cristo ejemplificó estas singulares
virtudes, y ahora Él quiere producirlas por medio de un fruto único en nuestros
corazones, a través de lo que decimos, en la forma en la cual pensamos y en la
manera en la enfrentamos nuestra vida diaria (Juan 15.1-4).
Puede
ser que un fruto raro y escaso ocasione un precio elevado en el mercado; no
obstante, que el creyente muestre mediante su testimonio el carácter y las
prioridades de Cristo, tiene un valor muchísimo mayor.
Reconocer
que por medio de nuestros propios esfuerzos no podemos salvarnos debido al
pecado que hay en nuestra vida (Romanos 3.23), y que por ello necesitamos del
perdón recibido al empezar a seguir a Jesús como nuestro Señor y Salvador
(Romanos 6.23), dará como resultado que nuestras vidas sean transformadas a la
semejanza de Cristo (1 Juan 1.9; Efesios 5.18).
Este
fruto espiritual nos hará rebosar de gozo, bendecirá a los que estén alrededor
de nosotros y durará por toda la eternidad.
No
son los frutos, es uno el fruto del Espíritu. Si hemos entregado nuestra vida a
Él y le seguimos, el resultado será una vida que refleje el carácter y
prioridades de Cristo, y la forma de evidenciarlo es mediante su fruto, con
todas sus virtudes presentes en nuestro ser.
Ser
fructíferos para Jesús, depende de nuestra comunión con Él.
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario