lunes, 1 de julio de 2019

Tiempo... Gálatas 5. 22 - 26



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos. Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe. No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades y envidias entre nosotros”.  Gálatas 5. 22 -26

¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por una taza de café?  
Hay un café producido con granos de arábica procedentes de una remota villa rural de Tailandia.   Este café es literalmente preparado por elefantes que consumen los granos de café Arábica y los procesan durante la digestión; su ácido estomacal descompone las proteínas del grano y le proporciona un sabor característico y robusto a la bebida. Este café es raro y costoso porque solo una pequeña cantidad de granos está disponible durante el año.  En promedio tan sólo una taza costaría más de 65 dólares, lo que hasta el momento lo convierte en el café más caro del mundo.
Muchos persiguen frutos exóticos como ese, y pagan fortunas para obtenerlos
Los creyentes tienen un fruto que es muchísimo más valioso y precioso que el fruto de ese  café o cualquier otro fruto exótico.
Es el fruto del Espíritu: “… amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio…” (Gálatas 5. 22-23).  Este “fruto” es un aspecto único que nos acerca más al carácter y prioridades de Cristo.
En los Evangelios, al ver su vida vemos cómo Cristo ejemplificó estas singulares virtudes, y ahora Él quiere producirlas por medio de un fruto único en nuestros corazones, a través de lo que decimos, en la forma en la cual pensamos y en la manera en la enfrentamos nuestra vida diaria (Juan 15.1-4).
Puede ser que un fruto raro y escaso ocasione un precio elevado en el mercado; no obstante, que el creyente muestre mediante su testimonio el carácter y las prioridades de Cristo, tiene un valor muchísimo mayor.
Reconocer que por medio de nuestros propios esfuerzos no podemos salvarnos debido al pecado que hay en nuestra vida (Romanos 3.23), y que por ello necesitamos del perdón recibido al empezar a seguir a Jesús como nuestro Señor y Salvador (Romanos 6.23), dará como resultado que nuestras vidas sean transformadas a la semejanza de Cristo (1 Juan 1.9; Efesios 5.18).  
Este fruto espiritual nos hará rebosar de gozo, bendecirá a los que estén alrededor de nosotros y durará por toda la eternidad.
No son los frutos, es uno el fruto del Espíritu. Si hemos entregado nuestra vida a Él y le seguimos, el resultado será una vida que refleje el carácter y prioridades de Cristo, y la forma de evidenciarlo es mediante su fruto, con todas sus virtudes presentes en nuestro ser.
Ser fructíferos para Jesús, depende de nuestra comunión con Él.
Dios les bendiga abundantemente.

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