TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Tengan
unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo
Jesús, el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su
igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo.
Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la
cruz. Por eso Dios le dio el más alto honory el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2. 5 – 11
Un
cambio completo de confianza y reconocimiento, es parte del tratamiento
espiritual, que el Señor quiere hacer con nosotros y nuestra voluntad.
Es
curioso, pero Él por su gracia y voluntad amorosa, no permite crecer y
desarrollarnos en diferentes logros que adquirimos en el transcurso de los
años.
Algunos
hemos logrado crecer y desarrollarnos en una familia. Aprendimos un
oficio. Terminamos alguna carrera universitaria. Nos convertimos en
profesionales de lo que hacemos.
Otros
tienen una vasta trayectoria familiar en cuanto a la fe, vienen de tercera o
cuarta generación de creyentes. Han desarrollado sus dones. Han
fortalecido sus convicciones religiosas. Han sido muy celosos de obedecer
a sus creencias.
Muchos
han podido adquirir bienes. Otros han escalado en posiciones de liderazgo
e influencia.
La
mayoría tenemos algo de que gloriarnos desde lo humano…
Para
Pablo, siendo Saulo de Tarso, eso era ganancia. Eso era lo que lo hacía
ganador en este mundo y delante de los seres humanos. Era una valoración
humana y terrenal del asunto.
Desde
que se encontró con Jesús cambiaron sus valores. Todo eso, él comenzó a
“estimarlo como perdida”. Encontró un valor mucho más alto y sublime:
conocer “el amor de Cristo”.
¡Qué
desafío para nuestro ego! ¡Qué desafío para nuestra forma de pensar
terrenal! ¡Qué desafío de fe! ¡Perder, para ganar!
Cuando
algo se pierde, no lo tengo más en la escala de mis pertenencias. Todos
nuestros logros, sean muchos o pocos, al lado de conocer el amor de Cristo
deben perder valoración, a tal punto de estimarlos como pérdida, como basura,
como estiércol. No es que tenemos que hacer un voto de pobreza, pero si
un voto de reordenamiento de valores.
Gracias
a Dios por lo logros que nos permite obtener, pero nunca esos logros van a ser
más valiosos que ser hallado justificado en Él por la fe. Nunca esos
logros serán más valiosos que ocuparme de conocer el poder de su
resurrección. Nunca serán más valiosos que aún sufrir por Él. Gloria a
Dios por lo que hemos podido conseguir en la vida, pero eso es basura al lado
de conocer excelentemente a Cristo Jesús, nuestro Señor.
Dios
les bendiga abundantemente.
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