TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Por lo demás,
hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que
sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo
aprendieron de nosotros.
De hecho, ya lo están practicando. Ustedes
saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús. La
voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la
inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una
manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los
paganos, que no conocen a Dios; y que nadie perjudique a su hermano ni se
aproveche de él en este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya
les hemos dicho y advertido. Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad; por
tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a un hombre sino a
Dios, quien les da a ustedes su Espíritu Santo”.
1 Tesalonicenses 4. 1 – 8.
Parte del crecimiento
espiritual se hace evidente en el cambio de vida del creyente, ya que luego del
nuevo nacimiento se empieza a ver muchas cosas mal del antiguo modo de vivir,
para emprender una vida que agrade a Dios en todo.
Las instrucciones de
aquellos que sirven son muy importantes, para quien aún no conoce el consejo de
Dios para vivir, de modo que podemos tomar en cuenta toda instrucción que nos
ayude a perfeccionarnos con amor.
Si no conocemos la voluntad
de Dios para nuestra vida, estos versículos pueden ser reveladores, pues Su
voluntad es que seamos santificados, perfeccionados, apartados, para que
podamos trascender nuestra naturaleza carnal y podamos vivir en la naturaleza
divina, que es en donde podemos vivir apartados de todo comportamiento que nos
aparta de Dios.
Es en esa naturaleza divina
que podemos aprender a tener dominio propio, controlando todo deseo para vivir
de manera honrosa y santa.
Pues en que nos
diferenciaremos de aquellos que no conocen a Dios, sino en que los que caminan
a Dios, abandonan todo apego material y emocional, todo deseo que los aparta de
la verdad y el amor.
Pablo advierte que tengamos
cuidado de no aprovecharnos o perjudicar por nuestro testimonio a los hermanos
en la fe en cuanto a dejarnos llevar y controlar por nuestros deseos y por
nuestra naturaleza carnal.
Porque Dios no habita en la
mentira, el pecado o la impureza, sino en la verdad, santidad, y el amor.
Quien no escucha con
atención las instrucciones, las advertencias, las exhortaciones puede caer bajo
el influjo de su naturaleza carnal, para vanagloria y perdición.
Dios les bendiga abundantemente.
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