TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Así también les tenemos a
ustedes tanto cariño que hubiéramos deseado darles, no sólo el evangelio de
Dios, sino hasta nuestras propias vidas. ¡Tanto hemos llegado a quererlos!” 1 Tesalonicenses 2. 8
El discipulado no solo se
trata de compartir el evangelio, sino también nuestras propias vidas y esto
significa tiempo de parte de nosotros.
¿Cómo podemos decir que
alguien es muy amigo nuestro si jamás pasamos tiempo con él?
¿Estamos de acuerdo que los
discípulos de Cristo eran amigos de Jesús?
Jesús les dijo a sus
discípulos que ya no eran siervos, sino les llamó amigos (Juan 15.15).
¿Cómo definiríamos a un amigo? ¿Es
alguien que a nos cae bien? ¿Es alguien que nos apoya? ¿Es alguien con
quien podemos contar? ¿Es alguien que apreciamos y tenemos en alta estima?
¿Es alguien a quien le tenemos cariño y afecto? ¿Es alguien con quien
compartimos nuestra vida? ¿Es alguien con quien pasamos mucho tiempo?
Cristo era amigo de sus
discípulos.
Pablo había plantando
una iglesia en Tesalónica durante su segundo viaje misionero, pero necesitó
irse por la persecución. Escribió una carta a los creyentes en Tesalónica para
animarlos. Los quería mucho y los tenía en alta estima.
En la carta, Pablo, Silvano,
y Timoteo decían que tenían un cariño tan grande para ellos que
deleitaron compartir no solo el evangelio de Dios, sino también sus propias
vidas.
Es importante predicar el
evangelio no solo con palabras, aunque hay circunstancias donde solo podemos
hacer esto, sino con nuestras acciones, nuestro tiempo, y todo nuestro
ser.
Predicar el evangelio con
nuestra vida. Jesús, en La Gran Comisión, nos manda hacer
discípulos (Mateo 28.19-20), y que estos discípulos sean nuestros amigos.
Dios les bendiga abundantemente.
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