domingo, 7 de julio de 2019

Tiempo... Efesios 4. 1 - 3



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”  Efesios 4. 1 – 3

El creyente tiene que aprender a escuchar la voz de y a someterse al Espíritu. ¿Cómo detectamos que un creyente está andando en el Espíritu? Sencillo, por la conducta que muestra en su casa, su vecindario, su trabajo y su iglesia.
Ese caminar debe ser “con toda humildad y mansedumbre, soportándose con paciencia los unos a los otros en amor” (4.2).
Una persona es humilde cuando reconoce sus propias limitaciones y debilidades, y obra de acuerdo con ese conocimiento. La persona mansa es tranquila y responde de manera suave aun en situaciones de conflicto.
Cuando algunos creyentes no andan como corresponde, surgen problemas (choques) dentro de la misma comunidad de creyentes. Es necesario aprender a tolerar y soportar a los demás, con paciencia, aun cuando continúen cometiendo faltas, para reducir y si posible evitar las divisiones que terminarán rompiendo la unidad de la iglesia.
Pablo exhorta a ambos grupos; tanto a los que no andan conforme al llamado como a los que sí lo hacen y están molestos e incómodos por la actitud de los primeros.
Andar en el Espíritu significa aprender a soportar con paciencia a los que fallan e incluso a los que lo hacen con frecuencia.
 Jesús mostró esta actitud todo el tiempo con los apóstoles. La humildad es necesaria puesto que nos hace recordar que, en algún momento, seremos nosotros los que estemos andando fuera de la voluntad de Dios y por tanto necesitemos que nos soporten con paciencia. La mansedumbre es necesaria para no responder de manera precipitada o explosiva, aun en el momento del conflicto. La respuesta debe ser siempre con palabra dulce, para que la misma facilite la restauración del ofensor.
“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4.3).
La paz es necesaria para mantener la unidad del Espíritu. El apóstol dice que la paz en la iglesia se logra, pensando, sintiendo y actuando como Cristo,  soportando y siendo pacientes con los que no viven como corresponde al cristiano, y  restaurándolos con mansedumbre.
El Espíritu nos da entendimiento para entender su palabra y fuerza para ponerla en práctica. Sin embargo, nos corresponde a nosotros permitir que el Espíritu nos guíe y responder afirmativamente a su dirección.
Dios les bendiga abundantemente.

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