TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Yo
pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con
que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con
paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz.”
Efesios 4. 1 – 3
El
creyente tiene que aprender a escuchar la voz de y a someterse al Espíritu.
¿Cómo detectamos que un creyente está andando en el Espíritu? Sencillo, por la
conducta que muestra en su casa, su vecindario, su trabajo y su iglesia.
Ese
caminar debe ser “con toda humildad y mansedumbre, soportándose con paciencia los
unos a los otros en amor” (4.2).
Una
persona es humilde cuando reconoce sus propias limitaciones y debilidades, y
obra de acuerdo con ese conocimiento. La persona mansa es tranquila y responde
de manera suave aun en situaciones de conflicto.
Cuando
algunos creyentes no andan como corresponde, surgen problemas (choques) dentro
de la misma comunidad de creyentes. Es necesario aprender a tolerar y soportar
a los demás, con paciencia, aun cuando continúen cometiendo faltas, para
reducir y si posible evitar las divisiones que terminarán rompiendo la unidad
de la iglesia.
Pablo
exhorta a ambos grupos; tanto a los que no andan conforme al llamado como a los
que sí lo hacen y están molestos e incómodos por la actitud de los primeros.
Andar
en el Espíritu significa aprender a soportar con paciencia a los que fallan e
incluso a los que lo hacen con frecuencia.
Jesús mostró esta actitud todo el tiempo con
los apóstoles. La humildad es necesaria puesto que nos hace recordar que, en
algún momento, seremos nosotros los que estemos andando fuera de la voluntad de
Dios y por tanto necesitemos que nos soporten con paciencia. La mansedumbre es
necesaria para no responder de manera precipitada o explosiva, aun en el
momento del conflicto. La respuesta debe ser siempre con palabra dulce, para
que la misma facilite la restauración del ofensor.
“Solícitos
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (4.3).
La
paz es necesaria para mantener la unidad del Espíritu. El apóstol dice que la
paz en la iglesia se logra, pensando, sintiendo y actuando como Cristo, soportando y siendo pacientes con los que no
viven como corresponde al cristiano, y restaurándolos con mansedumbre.
El
Espíritu nos da entendimiento para entender su palabra y fuerza para ponerla en
práctica. Sin embargo, nos corresponde a nosotros permitir que el Espíritu nos
guíe y responder afirmativamente a su dirección.
Dios
les bendiga abundantemente.
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