LECTURA
DIARIA:
Efesios
capítulo 4
Pablo
dice que somos parte de un solo cuerpo, nos une: ¡un cuerpo, un Espíritu, una
misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios!
Nadie
logrará ser perfecto aquí en la tierra, por lo tanto debemos aceptar y amar a
otros cristianos a pesar de sus faltas. Cuando vemos errores en otros
creyentes, debiéramos actuar con paciencia y amabilidad.
Guardar
la unidad es una de las funciones. Todos los creyentes en Cristo pertenecen a
un solo cuerpo, todos se han unido bajo la misma cabeza, que es Cristo mismo.
Dios
otorgó a cada creyente habilidades que pueden fortalecer todo el cuerpo. Dios
está sobre todos nosotros, esto muestra su cuidado de gobernante. Él está por
todos, y en todos, esto muestra su presencia activa en el mundo y en las vidas
de los creyentes. Cualquier visión de Dios que viole su transcendencia o su
inmanencia no es una imagen real de Él.
El
Salmo 68.18, muestra a Dios como un conquistador que marcha y obtiene tributos
de la ciudad vencida. Pablo usa esa figura para enseñar que Cristo, en su
crucifixión y resurrección, obtuvo la victoria sobre Satanás. Cuando ascendió
al cielo, dio dones a la Iglesia, algunos de los cuales detalla en los versículos 11al 13.
Cristo
es el Señor de todo el universo, presente, pasado y futuro. Nada ni nadie está
oculto de Él. El Señor de todo vino a la tierra y aceptó la muerte para
rescatar a todos. Nadie está fuera de su alcance.
Nuestra
unidad con Cristo no destruye nuestra individualidad. El Espíritu Santo ha dado
a cada cristiano dones especiales para edificar la Iglesia
Dios
ha dado a su Iglesia una enorme responsabilidad: hacer discípulos en todas las
naciones. Involucra predicar, enseñar, sanar, nutrir, dar, administrar,
edificar y muchas tareas más.
Dios
nos ha llamado a ser miembros de su cuerpo. Algunos podemos cumplir con una
tarea, otros harán otra. Juntos podemos obedecerle mejor de lo que lo haríamos
en forma individual. Trabajando juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos
expresar la plenitud de Él.
Como
seguidores de Cristo, debemos dedicarnos a la verdad. Esto significa que
nuestras palabras serán sinceras como también nuestras acciones reflejarán la
integridad de Cristo.
Cristo
nos forma en un cuerpo, en un grupo de individuos unidos en su propósito y en
su amor unos por otros y por Cristo. Si uno de ellos tambalea, el resto está
allí para apoyarlo y ayudarle a caminar con su Señor otra vez. Si otro peca,
puede hallar restauración mediante la iglesia, al mismo tiempo que esta
continúa testificando la verdad de Dios.
Vivir
en "la vanidad de su mente" se refiere a la tendencia natural y
humana de pensar sus caminos lejos de Dios. El orgullo intelectual, la
racionalización y las excusas alejan a la gente de Dios.
La
gente debiera poder ver una diferencia entre los cristianos y los que no lo son
por la forma de vivir de los primeros.
Pablo
dice a los efesios que deben dejar la vida pasada de pecado, ahora que son
seguidores de Cristo. La vida cristiana es un proceso. Aunque tenemos una nueva
naturaleza, no adquirimos automáticamente todos los pensamientos y las
actitudes buenas cuando nos convertimos en nuevas personas en Cristo. Pero si
nos mantenemos atentos a Dios, siempre estaremos cambiando.
No
andamos por impulsos ni deseos. Debemos ubicarnos en nuestro nuevo papel,
apuntar en la nueva dirección y apropiarnos de la nueva línea de pensamiento
que el Espíritu Santo nos da.
7 La
Biblia no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí destaca que debemos
saber controlarlo apropiadamente. Si somos descuidados al hablar, el enojo
herirá a otros y destruirá las relaciones. Si las guardamos, motivará amargura
y nos destruirá por dentro. Pablo nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo
de inmediato, de modo que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos
nuestro enojo, daremos a satanás la oportunidad para dividirnos.
Podemos
contristar al Espíritu Santo por la forma en que vivimos. Pablo nos amonesta en
contra del lenguaje vulgar, sin sentido, uso inapropiado del lenguaje,
amargura, palabras torpes y actitudes impropias contra otros.
El
Espíritu de Dios en nosotros es un sello de que le pertenecemos.
Pablo
aquí muestra los aspectos en los que los cristianos deben estar de acuerdo para
lograr la verdadera unidad. Cuando los cristianos tienen esta unidad de
Espíritu, las pequeñas diferencias no deberán disolverla.
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