LECTURA
DIARIA:
Oseas
capítulo 6
Un
Israel aparentemente arrepentido retorna a Dios, pero su forma de expresarse le
traiciona.
Todavía culpan a Dios de sus dificultades (él arrebató); y presumen
de su gracia dando a entender que ya que él, no ellos, es el único culpable,
está obligado a restaurarlos.
Esto
es presunción, no un arrepentimiento genuino. El pueblo no comprendía la
gravedad de sus pecados. No dejaban a los ídolos, no pedían otra oportunidad ni
se arrepentían de sus pecados. Pensaban que la ira de Dios duraría solo unos
días; ignoraban que su nación pronto sería llevada cautiva. Israel estaba interesado
en Dios solo por los beneficios materiales que les daba; no valoraban los
beneficios eternos que surgen al adorarlo.
El
espíritu de esta respuesta de Dios a su pueblo pecador se refleja en las
palabras de Jesús en Mateo 23.37: «¡Jerusalén… cuántas veces quise juntar a tus
hijos… y no quisiste!» Las manifestaciones de arrepentimiento de Israel eran
meramente transitorias, como nube o rocío.
Dios
respondió al pueblo, señalando que su profesión de lealtad, como la niebla, se
había evaporado y no tenía sustancia
Dios
envió a los profetas para disciplinar la nación, pero al rechazarlos el pueblo
se hacía acreedor de la pena que ahora sobrevendría.
Uno
de los temas principales de Oseas es que Israel había roto el tratado, o pacto,
que había hecho con Dios en Sinaí. Dios quería que Israel fuera una luz para
todas las naciones, y si lo obedecía y lo proclamaba ante el mundo, le daría
bendiciones especiales. Sin embargo, si rompía el pacto, sufriría diversos
castigos, como debió saberlo. Tristemente, al igual que Adán en el Jardín de
Edén, el pueblo violó el tratado y demostró que eran infieles a Dios.
Los
sacerdotes, que debían ser vehículo de bendiciones y de vida para aquellos a
quienes servían, conducen al pueblo por caminos de muerte.
Para
que Judá no se sintiera orgullosa cuando viera la destrucción del reino del
norte, Oseas dio una advertencia solemne. El Templo de Dios estaba en Judá
(Jerusalén) y el pueblo pensaba que lo que le había pasado a Israel nunca podía
pasarle a él. Sin embargo, cuando se corrompieron profundamente, también ellos
fueron llevados en cautiverio.
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