LECTURA
DIARIA:
Daniel
capítulo 4
Aunque
Nabucodonosor había sido testigo de milagrosas intervenciones de Dios, y
atribuía al espíritu de los dioses santos (v. 8) el don dado a Daniel para
interpretar sueños, su propio corazón estaba aún lleno de orgullo.
Dios
enfrenta a Nabucodonosor con su propio orgullo y la desmesurada exaltación de
su reinado, en la visión del frondoso árbol, símbolo del monarca y su dinastía.
El rey
había visto un gran árbol que llenaba completamente la tierra; este árbol, un
árbol frondoso, de hoja perenne, proveía sombra, fruta, protección y refugio
para todos los que vivían sobre la tierra. Entonces le pidió a Daniel por
segunda vez que interpretara su sueño.
El
árbol representaba a Nabucodonosor. Había crecido, se había hecho fuerte y se
había engrandecido. Él era el gobernante mundial su poder alcanzaba a todo el
mundo civilizado de su época. O sea que en este pasaje se presentó una imagen
personal del rey Nabucodonosor, y también una imagen de su dominio. El árbol (o
sea Nabucodonosor) iba a ser cortado, pero no iba a ser rechazado
completamente. Nabucodonosor tendría que vivir como las bestias del campo y
entre ellas por 7 años, y él ni siquiera iba a reconocer quien era.
Cuando
Daniel comprendió el sueño de Nabucodonosor, se quedó pasmado.
Si
bien el mundo entero pensaba que Nabucodonosor era un rey poderoso (hasta
divino), Dios demostró que era un hombre común. Dios humilló a Nabucodonosor
para demostrar que El, no Nabucodonosor, era el Señor de las naciones.
Daniel
le imploró al rey que cambiara, y Dios le concedió doce meses para que lo
hiciera. Tristemente, no hubo arrepentimiento en el orgulloso corazón de este
rey, y el sueño se cumplió.
Mientras
el rey se vanagloria de su omnipotencia, el juicio profetizado por Daniel cae
sobre él. Se enferma, comienza a vivir como un animal, y es expulsado del seno
de aquella sociedad sobre la cual ejercía su autoridad.
Nabucodonosor
no sostuvo una relación personal duradera con Dios lo que se destaca es su
reconocimiento de la soberanía de Dios por encima de su propia autoridad.
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