LECTURA
DIARIA:
Daniel
introducción
Daniel
sirvió como profeta ante los cautivos en Babilonia desde 605 a.C. hasta 536
a.C.
El pueblo de Judá estaba cautivo en una tierra extraña y se sentía
descorazonado.
Dios
es soberano sobre la historia humana pasada, presente y futura. Debemos pasar
menos tiempo preguntándonos cuándo sucederán los acontecimientos futuros y más
tiempo aprendiendo la forma en que debemos vivir ahora.
Contemporáneo
de Jeremías (627-586) Habacuc (612-588) Ezequiel (593-571)
Daniel
nació a la mitad del reino de Josías y creció durante las reformas de ese rey.
Durante este tiempo probablemente escuchó a Jeremías, profeta que citó en 9.2.
Josías murió en batalla contra Egipto en 609 a.C., y a los cuatro años ya Judá
había regresado a sus malas andanzas.
En
605 a.C. Nabucodonosor ocupó el trono de Babilonia. En Septiembre de ese año
arrasó con Palestina y puso sitio a Jerusalén, con lo que Judá se convirtió en
estado vasallo. Para demostrar su dominio, se llevó cautivos de Jerusalén a muchos
de los hombres más sabios y a las mujeres más hermosas. Daniel estaba en este
grupo.
Nabucodonosor,
el líder supremo de Babilonia, era temido en todo el mundo. Cuando llegaba a un
país, la caída del país era inminente. Después de una victoria, los babilónicos
solían llevarse a la gente más valiosa a Babilonia y dejar a los pobres detrás
para que tomaran cualquier tierra que quisieran y vivieran allí pacíficamente.
Este sistema fomentó una gran lealtad por parte de las tierras conquistadas y
aseguraba un suministro constante de gente sabia y talentosa para el servicio
civil de Babilonia.
A
veces Dios permite que su obra sufra. En este caso, los babilónicos irrumpieron
en el templo de Dios y se llevaron los utensilios de la adoración al templo de
un dios babilónico. Ese Dios puede haber sido Bel, el que los hebreos llamaban
Merodac, dios supremo de los babilónicos. Los que amaban al Señor seguramente
se sintieron descorazonados y desalentados.
Daniel
fue uno de los primeros cautivos llevados a Babilonia, Daniel vivió para ver el
primer regreso de los desterrados a Jerusalén en el año 538 a.C. A lo largo de
ese tiempo honró a Dios, y Dios lo honró a él. Mientras servía como consejero
de los reyes de Babilonia, Daniel era el vocero de Dios ante el Imperio Babilónico.
Babilonia era una nación malvada, pero hubiera sido peor sin la influencia de
Daniel.
Las
dos partes de que consta el libro de Daniel están formadas por los capítulos 1–6, y la
otra por los capítulos 7–12. La primera parte es esencialmente narrativa y
tiene un propósito didáctico, orientado a demostrar que la sabiduría y el poder
de Dios están infinitamente por encima de toda posibilidad y comprensión
humanas. La segunda parte (caps. 7–12) contiene una serie de visiones
simbólicas que vienen a ampliar y desarrollar ciertas nociones esbozadas ya en
la primera sección; ahora el lenguaje de la exposición es decididamente
apocalíptico.
Es
evidente que el libro de Daniel fue redactado con el fin inmediato de alentar
al pueblo en medio de todas las desdichas y persecuciones sufridas. No
obstante, de acuerdo con el sentido general de la literatura apocalíptica,
puede afirmarse que el mensaje de esperanza contenido en el libro, y las
enseñanzas que se desprenden de él, son totalmente aplicables a cualquier
momento y a cualesquiera circunstancias en que se encuentre el pueblo de Dios.
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