sábado, 12 de octubre de 2019

Tiempo... Apocalipsis 7. 9 - 10



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Des­pués de es­to mi­ré, y he aquí una gran mul­ti­tud, la cual na­die po­día con­tar, de to­das na­cio­nes y tri­bus y pue­blos y len­guas, que es­ta­ban de­lan­te del tro­no y en la pre­sen­cia del Cor­de­ro.
Todos gritaban con fuerte voz: ¡La salvación se debe a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero! ”
Apo­ca­lip­sis 7.9 – 10.

El úl­ti­mo li­bro de la Bi­blia, el Apo­ca­lip­sis, nos re­ve­la la glo­ria del Cor­de­ro. Allí ve­mos la po­si­ción del Cor­de­ro de­lan­te de Dios. Só­lo en si­tua­cio­nes ex­cep­cio­na­les el tro­no de Dios es men­cio­na­do sin el Cor­de­ro. En vez de eso, le­e­mos: “Y cla­ma­ban a gran voz, di­cien­do: La sal­va­ción per­te­ne­ce a nues­tro Dios que es­tá sen­ta­do en el tro­no, y al Cor­de­ro.” O: “Des­pués me mos­tró un río lim­pio de agua de vi­da, res­plan­de­cien­te co­mo cris­tal, que sa­lía del tro­no de Dios y del Cor­de­ro.”
En­ton­ces, in­me­dia­ta­men­te se nos re­ve­la al Cor­de­ro co­mo el cen­tro de la glo­ria de Dios y, es­to, por to­da la eter­ni­dad. La vi­da eter­na ja­más exis­te sin el Cor­de­ro de Dios: “No en­tra­rá en ella nin­gu­na co­sa in­mun­da, o que ha­ce abo­mi­na­ción y men­ti­ra, si­no so­la­men­te los que es­tán ins­cri­tos en el li­bro de la vi­da del Cor­de­ro.” Dios le dio al Cor­de­ro el re­gis­tro de los sal­va­dos, y so­la­men­te aquél que re­ci­bió la na­tu­ra­le­za del Cor­de­ro en su nue­vo na­ci­mien­to, po­drá ver­le un día: “Pe­ro sa­be­mos que cuan­do él se ma­ni­fies­te, se­re­mos se­me­jan­tes a él, por­que le ve­re­mos tal co­mo él es.”
Es además en victoria como llegan los fieles a la presencia de Dios y del Cordero.
Es Dios quien los ha sacado con bien de sus luchas, pruebas y tribulaciones; y es Su gloria la que ahora comparten. Jesucristo es el gran Salvador, el gran Libertador de Su pueblo. La liberación que Jesucristo ofrece no libra a la persona de los problemas, sino que la guía y conduce, en medio de cualquier situación. No hace que la vida sea más fácil, sino la hace grandiosa. La vida cristiana consiste en que una persona, EN Cristo, puede soportar cualquier clase de dificultad, manteniéndose firme, y salir con victoria de esa adversidad.
Dios les bendiga abundantemente.

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