lunes, 7 de octubre de 2019

Tiempo... Apocalipsis 3. 14 - 16



TIEMPO DE REFLEXIÓN

 “Escribe también al ángel de la iglesia de Laodicea: “Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de todo lo que Dios creó: Yo sé todo lo que haces.
Sé que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero como eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.  Apocalipsis 3. 14 – 16

Al ver el panorama de las iglesias cristianas en la actualidad, tristemente tenemos que reconocer que muchas de ellas se han apartado de la fe sencilla y valiente, muchas veces para evitar problemas o cuestionamientos de la sociedad que nos rodea.
Muchas iglesias no quieren, o quizá, incluso, no pueden salir abiertamente en apoyo a la Palabra de Dios, y de las grandes doctrinas de la fe cristiana.
Pretenden e intentan llevar un aparente “equilibrio” "en el centro", es decir, sin llegar a ser demasiado liberal, pero tampoco demasiado fundamental.
Nuestra sociedad, tan democrática, respetuosa con la individualidad y el derecho de toda persona, sin embargo, se siente confrontada, desafiada y hasta humillada, por un cristiano que se atreve a creer y a compartir su fe en Jesucristo.
Esta palabra de advertencia del Señor nos debe, a los creyentes, sacudir profundamente para hacernos un auto-examen personal. Las serias palabras de evaluación de Jesucristo nos afectan a los que decimos que creemos en Él. ¿Cómo nos verá Jesucristo? ¿Tendremos que oír las terribles palabras de Su labios: Te vomitaré de mi boca?
En sus inicios, con la Reforma, el protestantismo asumió la posición de creer en todas las grandes doctrinas de la fe cristiana. Los credos, de todas las ramas históricas, fueron profundos y muy elocuentes. Fueron hermosos escritos, pero ¿quién realmente vive de acuerdo con estos credos? ¿Quién les cree en el presente?
Tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella. Tienen un nombre de que están vivos, pero están muertos en realidad. No son ni fríos ni calientes. Son tibios.
La pobreza espiritual llega a una vida, a una iglesia, cuando ésta deja la Palabra de Dios a un lado, cuando la obra salvadora de Jesucristo no se proclama o se ignora, no se ejerce la fe, y tampoco puede mostrar ninguna obra buena.
Esa tibieza que demostraba la iglesia de Laodicea estaba además caracterizada por el orgullo, la ignorancia, la autosuficiencia y la complacencia. Pero lo más grave era su ceguera en cuanto a su verdadera condición.
Este es un cuadro triste y terrible el que Jesucristo encuentra al contemplar esta iglesia.
Dios les bendiga abundantemente. 

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