martes, 8 de octubre de 2019

Leyendo... Apocalipsis capítulo 4



LECTURA DIARIA:
Apocalipsis capítulo 4

Hay que recordar que especialmente en los escritos proféticos de la Biblia muchos de los detalles son simplemente descriptivos y no tienen por obligación que tener un significado específico.
De tal manera que los detalles, elementos y figuras de la literatura apocalíptica deben ser puestos en la perspectiva amplia del tema general o del énfasis principal del pasaje en cuestión.
En el caso del capítulo 4 de Apocalipsis, el propósito principal es presentar la grandeza de Dios, la cual es evidenciada por lo excelso y suntuoso de la corte celestial. Por su grandeza y majestad, Dios es digno de ser alabado por toda la creación. En consecuencia, aquí el tema central es la gloria de Dios.
El cielo que se menciona en el capítulo 4 corresponde al tercer cielo, lugar en donde reside la presencia misma de Dios. No que Juan haya sido trasladado corporalmente al cielo sino que tiene acceso temporal al cielo por medio de una visión con el propósito de recibir la revelación divina, de forma muy parecida a la descrita por el profeta Ezequiel cuando él fue trasladado en visión.
El poder del Espíritu Santo capacita a Juan para ver y oír cosas que ningún ser humano puede percibir por medio de sus facultades naturales.
Lo que se le va a mostrar a Juan es los eventos que ocurrirán en la tierra en un futuro. Ya que los eventos en la tierra tienen su origen en el cielo, no es de extrañar que Juan sea transportado en visión al cielo, en donde está el trono sobre el cual está sentado Aquel que ha ordenado el cumplimiento de esos eventos.
Dice Juan, vino sobre mí el Espíritu y vi un trono en el cielo, y a alguien sentado en el trono. Lo primero que Juan ve es un trono en el cielo. Los tronos siempre simbolizan el poder y dominio de los soberanos que allí se sientan. El simbolismo del trono aparece más de cuarenta veces en Apocalipsis y en este caso, representa la soberanía absoluta de Dios. Pero Juan no se detiene a describir el trono sino que pasa a describir al que está sentado en él. Siendo que este trono está en el cielo, el Soberano que en él se sienta está sobre todos los tronos y soberanos que están en la tierra. Este soberano es tan diferente y tan superior a todos los demás, que Juan no lo describe en términos de la forma corporal de un ser humano. Más bien, lo describe en términos de elementos simbólicos que dan a entender la majestad y la magnificencia de este Soberano. Juan dice que tenía un aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina. La palabra semejante indica que la descripción que Juan hace no es en términos literales sino comparativos.
La descripción del jaspe en Apocalipsis indica un tipo de jaspe de alta pureza equivalente a lo que actualmente sería el diamante.
La mención de piedras preciosas y resplandecientes en esta visión seguramente tiene el propósito de enfatizar el esplendor y la magnificencia de la gloria de Dios, quien está sentado en el trono, símbolo de poder y autoridad. El brillo del diamante y la intensidad del rubí combinados con el verde esmeralda del arco iris en torno al trono forman un impresionante cuadro de gloria y majestad propios del Dios único y verdadero.
Hay cuatro hipótesis principales en cuanto a la identidad de los veinticuatro ancianos:
Representantes de los santos de todos los tiempos – los doce hijos de Jacob y los doce apóstoles. Representantes solamente de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Representantes del orden sacerdotal establecido en el Antiguo Testamento para la adoración y el servicio a Dios.
Un orden especial de ángeles creados exclusivamente para adorar a Dios
Hay que tener en cuenta que el texto bíblico no dice nada específico en cuanto a la identificación de este grupo. Sin embargo, el hecho de que están vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas, nos permite pensar que la opción con mayor probabilidad es que ellos representan la iglesia en el cielo.
Los relámpagos y truenos demuestran la soberanía y el poder de Dios, mientras que las siete antorchas representan al Espíritu Santo. Sin embargo, el número de antorchas no debe interpretarse como una multiplicidad de espíritus, o sea, como si fuesen siete espíritus individuales. La expresión parece estar relacionada con el número siete como símbolo de perfección. De tal manera que cuando Juan habla de los siete espíritus de Dios, no se refiere a siete espíritus distintos sino a la perfección de un solo Espíritu, el Espíritu Santo de Dios.
Lo que a Juan se le asemeja a un mar de vidrio, como cristal transparente es un elemento de la escena en general que contribuye a realzar el sentido de majestad y exclusividad de Dios con respecto a su creación.
Algunos intérpretes consideran que los cuatro seres vivientes representan atributos de Dios, en cuyo caso, la cantidad de ojos es interpretada como la omnisciencia y la omnipresencia de Dios, quien todo lo sabe y todo lo ve. En esta interpretación, la figura del león representa majestad y omnipotencia. Al siguiente ser viviente la Nueva Versión Internacional lo describe como un toro, pero el término en el griego se refiere a una cría de la vaca o ternero, por lo cual las otras versiones más populares de la Biblia lo llaman un becerro. 
El que tiene rostro como de hombre representa la inteligencia y la capacidad de razonar. El águila en vuelo simboliza soberanía y supremacía.
Otra interpretación es que estos seres vivientes son seres angelicales dedicados a vigilar el trono de Dios. Juan dice que cada uno de ellos tenía seis alas y las únicas otras criaturas que la Biblia describe así son los serafines en la visión que Isaías tuvo del trono de Dios.
El énfasis de la adoración que los veinticuatro ancianos presentan es la dignidad y la excelencia de Dios, las cuales son evidenciadas por la maravilla de sus obras. Dios es el único Creador y Sustentador del universo, por lo cual Él es digno Soberano sobre toda la creación.
Al lanzar sus coronas delante del trono, los veinticuatro ancianos dan testimonio de que la victoria de ellos, representada por las coronas, es solamente debido a la gracia y a la misericordia de Dios. De lo contrario, ellos no estarían allí en torno al trono de Dios como criaturas victoriosas.
Esta escena de la adoración celestial apunta al objetivo final del reconocimiento universal de Dios, al el cual finalmente desembocarán todos los eventos de la historia de la humanidad. La figura central de ese objetivo final de la gloria de Dios es la persona de Jesucristo-

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