martes, 8 de octubre de 2019

Tiempo... Apocalipsis 4. 2 - 5; 11



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“En ese momento quedé bajo el poder del Espíritu, y vi un trono puesto en el cielo, y alguien estaba sentado en el trono. 
 El que estaba sentado en el trono tenía el aspecto de un diamante o de un rubí, y alrededor del trono había un arco iris que brillaba como una esmeralda; también alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, en los cuales estaban sentados veinticuatro ancianos: iban vestidos de blanco y llevaban una corona de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos, voces y truenos; y delante del trono ardían siete antorchas de fuego, que son los siete espíritus de Dios”.
“Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad existen y han sido creadas.”  Apocalipsis 4. 2 – 5; 11.

Cuando Juan entró por la puerta del Cielo vio un trono, no un mueble físico, sino un símbolo de mando soberano, y de autoridad absoluta. El Trono de Dios representa Su Majestad.
La visión que tuvo Juan de la presencia de Dios era como un destello cegador de un diamante al sol, con su brillo deslumbrante 
Representa la insoportable luminosidad de la pureza de Dios; las vetas como de sangre de la coralina, Su justa ira, y el más benigno verde de la esmeralda, Su misericordia, gracias a la cual podemos mirar Su pureza y Su justicia
Juan añade más detalles a su descripción misteriosa e impresionante del cielo. Los relámpagos y los truenos no son producto de la furia de la naturaleza, sino de la justicia divina que desciende de un Dios temible y poderoso sobre un mundo lleno de pecado.
Nuestra mente finita solo puede imaginar en parte la grandeza de Dios al leer semejante descripción.
Pero sí podemos conocer en profundidad el amor de Dios cuando él llega a nuestras vidas pecadoras y las limpia al rendirnos a Él.
Los seres humanos fuimos creados para agradar y adorar a Dios. "Porque tú creaste todas las cosas; existen y fueron creadas para ser de tu agrado" (Apocalipsis 4.11).
El primer propósito de nuestra vida debería ser agradar a Dios con nuestras propias vidas, vivir para complacerlo.
Y en la Biblia, agradar a Dios se conoce como adorar a Dios. El Salmo 147.11 dice: "Él se complace en los que lo adoran, en los que confían en su gran amor". ¿Y qué es adoración? Todo lo que hagas para complacer a Dios puede ser un acto de adoración.
Dios quiere todo de nosotros. Dios no quiere una parte de nuestra vida. Dios pide todo.
El primer mandamiento es: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas".
A Dios no le conmueven, ni le interesan, los compromisos a medias, la obediencia parcial o las sobras de nuestro tiempo. Quiere devoción plena, no pedacitos de nuestra vida.
Una mujer Samaritana en cierta ocasión discutió con Jesús acerca del mejor tiempo, lugar y estilo de adoración. Jesús le contestó que esos aspectos eran irrelevantes.
El lugar de adoración no es tan importante como "el por qué adoramos" y cuánto de nuestro ser le ofrecemos a Dios cuando lo hacemos. Y cuando adoramos, Él mira más allá de nuestras palabras, observando la actitud de nuestro corazón. Podemos adorarlo con imperfecciones, pero no con falta de sinceridad. Debemos adorar a Dios con nuestro corazón y con nuestra cabeza, con esfuerzo y con energía.
Dios les bendiga abundantemente.


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