sábado, 26 de octubre de 2019

Tiempo... Apocalipsis 21. 5 - 7



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“El que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas.” Y también dijo: “Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.”
 Después me dijo: «Ya está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré a beber del manantial del agua de la vida, sin que le cueste nada. El que salga vencedor recibirá todo esto como herencia; y yo seré su Dios y él será mi hijo”.  Apocalipsis 21. 5 – 7.


El apóstol Juan oyó las solemnes palabras: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin."
Alfa es la primera letra del alfabeto griego y Omega la última. Dios es el principio y el fin. Y la palabra griega original para "principio" no significa simplemente el "primero en el tiempo", sino el "origen" de todas las cosas. Y la palabra "fin" no significa sólo un final, es decir en cuanto a la dimensión del tiempo, sino que es la "meta". Juan está diciendo que toda la vida comienza y termina en y con Dios.
Con tal descripción Juan intenta aproximarnos a un Dios infinito, que nos puede parecer tan alejado, tan distante del ser humano, porque para Él, no seríamos más que infinitas, diminutas e insignificantes motas de polvo.
Sin embargo, Juan añade en el versículo 6: "Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida."
Toda la inmensidad de Dios se ha acercado al ser humano hasta el punto de suplir sus necesidades más básicas, como el agua. Además, Dios utiliza su grandeza para satisfacer la mayor sed posible: la sed de un corazón anhelante de respuestas, anhelante de amor y esperanza para el hombre y la mujer de hoy.
Juan continuó escribiendo lo que le fue dictado:" El que venciere heredará todas las cosas." Estas bienaventuranzas no son para todos los seres humanos, para todo el mundo, sino sólo para los que se mantienen fieles aunque todo se confabula para que abandonen su lealtad a Jesucristo. Y a estos creyentes Dios les regala la mayor de Sus promesas: "Yo seré su Dios y él será mi hijo." Esta frase encierra un pensamiento muy profundo. Esta promesa de Dios a aquellos que terminen victoriosos las batallas de la fe, es la misma promesa que hizo a Abraham.
En el evangelio de Juan, capítulo 1, versículo 12, leemos: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." Y serán éstos los que heredarán todas las cosas, promesa dada a los hijos de Dios.
Dios les bendiga abundantemente.

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