sábado, 26 de octubre de 2019

Leyendo... Apocalipsis capítulo 21



LECTURA DIARIA:
Apocalipsis capítulo 21

La tierra tal como la conocemos no permanecerá para siempre, pero luego del gran juicio de Dios, El creará una nueva tierra.

No sabemos qué apariencia tendrá o dónde estará, pero Dios y sus seguidores, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, se unirán para vivir allí por siempre.
La nueva Jerusalén es donde Dios mora entre su pueblo. En lugar de que subamos para encontrarnos con Dios, El bajará para estar con nosotros, al igual que cuando Dios se hizo hombre en Jesucristo y vivió entre nosotros. Dondequiera que Dios reina, hay paz, seguridad y amor.
Se describe la ciudad santa, la "nueva Jerusalén", como el lugar donde Dios "enjugará toda lágrima de los ojos de ellos". Más aun, no habrá muerte, dolor, tristeza ni llanto. ¡Qué verdad más hermosa!
Sin que importe lo que esté pasando, esta no es la última palabra, Dios ha escrito el capítulo final y tiene que ver con la satisfacción legítima y el gozo eterno de quienes lo aman.
No sabemos todo cuanto quisiéramos, pero es suficiente saber que la eternidad con Dios será más hermosa de lo que jamás hayamos imaginado.
Dios es el Creador. La Biblia empieza con la historia majestuosa de su creación del universo y concluye con su creación de un cielo y tierra nuevos. Esta es una esperanza maravillosa y es aliento para el creyente. Cuando estemos con El, con nuestros pecados perdonados y nuestro futuro asegurado, seremos como Cristo. Seremos perfectos como El.
Así como Dios terminó la obra de la creación y Jesucristo acabó la obra de redención, la Trinidad también terminará la totalidad del plan de la salvación al invitar a los redimidos a entrar en la nueva creación.
Los "cobardes" no son los pusilánimes en su fe ni los que algunas veces dudan, sino los que se apartan de Dios y ya no lo siguen. No son lo bastante valientes para luchar por Cristo; no son lo bastante humildes para aceptar su autoridad sobre sus vidas. Se ponen en la misma lista con los incrédulos, abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los mentirosos y los idólatras.
Los vencedores son los que perseveran hasta el fin. Ellos recibirán las bendiciones que Dios ha prometido: comer del árbol de la vida, escapar del lago de fuego (la "segunda muerte"), tener un nombre especial, tener poder sobre las naciones, ser incluidos en el libro de la vida, ser una columna en el templo espiritual de Dios, y sentarse con Cristo en su trono.
Los que soportan la prueba del mal y permanecen fieles serán premiados por Dios.
La muerte segunda es muerte espiritual y significa tormento eterno o destrucción. En uno u otro caso, es separación permanente de Dios.
El resto del capítulo es una descripción imponente de la nueva ciudad de Dios. La visión es simbólica y nos muestra que nuestro nuevo hogar con Dios está más allá de toda descripción. No seremos defraudados de ninguna manera.
La nueva Jerusalén es una figura del futuro hogar de Dios para su pueblo.
Es probable que las doce tribus de Israel representen a todos los fieles del Antiguo Testamento y que los doce apóstoles representen la Iglesia. De modo que los creyentes gentiles y judíos que han sido fieles a Dios vivirán juntos en la nueva tierra.
Las medidas de la ciudad simbolizan un lugar que albergará a todo el pueblo de Dios. Expresadas en codos, estas medidas son múltiplos de doce. Doce es el número para el pueblo de Dios: hubo doce tribus en Israel y doce apóstoles que dieron comienzo a la Iglesia. El muro tiene un espesor de 144 (12 x 12) codos (64 m), hay 12 capas en el muro, y doce puertas en la ciudad; y la altura, longitud y anchura son todas las mismas: 12,000 estadios (2,200 km). La nueva Jerusalén es un cubo perfecto, la misma forma del Lugar Santísimo en el templo. Estas medidas revelan que este nuevo hogar será perfecto para nosotros.
La descripción del muro hecho de joyas muestra que la nueva Jerusalén será un lugar de pureza y durabilidad, y perdurará por siempre.
El templo, centro de la presencia de Dios entre su pueblo, fue el primer lugar de adoración. Sin embargo, no es necesario el templo en la ciudad nueva porque la presencia de Dios estará en todas partes. Será adorado en toda la ciudad, y nada podrá impedirnos que estemos con El.
No todos serán admitidos en la nueva Jerusalén, "solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero".

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