viernes, 11 de octubre de 2019

Tiempo... Apocalipsis 6. 15 - 17



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Y los reyes del mundo se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las montañas, junto con los grandes, los jefes militares, los ricos, los poderosos y todos los esclavos y los hombres libres; y decían a las montañas y a las rocas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la presencia del que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero! 
Porque ha llegado ya el gran día del castigo, ¿y quién podrá resistir?”  
Apocalipsis 6. 15 – 17

La Biblia está llena de paradojas. La definición de una paradoja es aquello que parece ser contradictorio.
También la vida cristiana es una serie de paradojas. Cuando soy débil, entonces soy fuerte: escribió el apóstol Pablo.
(2 Corintios 12.10).
Aquí tenemos otra paradoja: La ira del Cordero. El "cordero" es una descripción muy conocida de Jesucristo.
¿Cómo puede un pequeño cordero, cuya característica destacable es la mansedumbre y humildad, cómo puede enojarse?
Juan dijo: Él es el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. (Apocalipsis 13.8). Cristo es el Cordero inmolado ya desde antes de la fundación del mundo.
La mansedumbre es una de las destacadas cualidades de Cristo. Él demostró su mansedumbre en Su entrega y en Su obediencia a Dios Padre para realizar el "plan de Salvación del ser humano", a pesar del costo, del sacrificio, de esa entrega total y voluntaria. Jesucristo fue totalmente inofensivo y fiable.
Él era manso y humilde. Cristo llegó a lavar los pies de los discípulos, para dejarles un modelo de humilde entrega, servicio y amor. A nadie dejaba indiferente, y hasta aquellos que no creían en Él quedaban conmovidos por su ternura, sencillez y sensibilidad. Un cordero dispuesto para el sacrificio.
¿Cómo se explica la ira? Pareciera que "la ira" no encaja con el carácter de Dios, según nuestros esquemas o conceptos. Dios ama lo bueno; Él aborrece el mal. Él no aborrece, ni odia, como los hacemos los seres humanos. Él no es vengativo. Dios es Justo. Dios es Santo. Dios aborrece todo aquello que es contrario a Su propia naturaleza. Él se llama a Sí mismo "Jehová". Él es un hombre de guerra. Él es fuerte y poderoso.
Sería como mezclar el fuego con el agua, el reunir la ira y el manso Cordero, sin embargo toda la furia de la ira de Dios es revelada en el Cordero. Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, hizo un látigo con unas cuerdas y con él expulsó a los mercaderes, comerciantes y cambistas de dinero fuera del recinto del sagrado Templo.
Él llamó a los líderes religiosos "una generación de víboras"; y "sepulcros blanqueados". Jesucristo llegó a maldecir a una higuera. Cristo rechazó a la ciudad de Jerusalén, pero con lágrimas y gran tristeza. Él continúa controlando las fuerzas de la naturaleza, y las utilizará para el juicio venidero.
Dios ha declarado la guerra al pecado. Él no va a disculpar, minimizar o pasar por alto todo aquello que ha causado tal estrago a los hombres. Llegará un día en el que la ira del Cordero se hará evidente.
El salmista, autor del Salmo 2, nos advierte: “Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto Su ira”. (vers. 10 y 12).
Dios les bendiga abundantemente.

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