martes, 15 de enero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 8



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 8

La lepra, era una enfermedad temida porque no había cura conocida.
En el tiempo de Jesús, la palabra lepra denotaba varias enfermedades similares, y algunas de ellas eran contagiosas. Si una persona la contraía, el sacerdote lo declaraba leproso y lo alejaban de su hogar y ciudad. Lo enviaban a vivir en una comunidad con otros leprosos hasta que se recuperara o muriera. Cuando el leproso rogó a Jesús que lo sanara, Jesús se le acercó y lo tocó, aun cuando su piel estaba cubierta del temido mal. Como la lepra, el pecado es una enfermedad incurable, y todos lo tenemos. Solo el toque sanador de Cristo puede milagrosamente poner a un lado nuestros pecados y restaurarnos para que podamos vivir en plenitud.
Jesús quiso que aquel hombre de primera mano diera a conocer su historia al sacerdote, de manera que pudiera probar que su lepra había desaparecido totalmente y que por lo tanto podía volver a su comunidad.
El centurión romano pudo haber dejado que muchos obstáculos se interpusieran entre él y Jesús, como el orgullo, la duda, el dinero, el idioma, la distancia, el tiempo, la autosuficiencia, el poder o la raza, pero no lo hizo.
Los judíos odiaban a los soldados romanos por su tiranía y desprecio. Sin embargo la fe de aquel hombre maravilló a Jesús.
Jesús dijo a la multitud que muchos judíos religiosos, que podrían formar parte del Reino, serían excluidos por haber perdido su fe. Estaban muy aferrados a sus tradiciones religiosas, al grado que no podían aceptar a Cristo y su nuevo mensaje.
"El oriente y el occidente" representan los cuatro rincones de la tierra. Toda la gente fiel a Dios se reunirá en el banquete del Mesías (Isaías 6; 55). Los judíos debían haber sabido que cuando el Mesías llegara, los gentiles participarían también de sus bendiciones.
Pedro fue uno de los doce discípulos. La suegra de Pedro nos da un hermoso ejemplo. Su respuesta al toque de Jesús fue servirle de inmediato.
Mateo continúa mostrando la naturaleza soberana de Jesús. Por medio de un simple toque, sanó; a una simple palabra suya, los demonios huyen de su presencia. Jesús tiene autoridad sobre los poderes satánicos y las enfermedades terrenales. También tiene poder y autoridad para dominar el pecado.
Jesús siempre fue directo con los que le seguían. Se aseguró de que calcularan el costo de seguirle y que no pusieran condiciones. Como Hijo de Dios, no titubeó en demandar lealtad total. Aun el dar sepultura a un muerto no debía tener prioridad sobre sus demandas de obediencia.
Jesús sube en un bote de pesca porque muchos de los discípulos de Jesús eran pescadores.
Durante la tormenta, sin embargo, las velas se bajaban para que no se rompieran y facilitar el control del bote. 8.24 El mar de Galilea posee un caudal de agua poco común. De un momento a otro pueden presentarse tormentas repentinas que agitan las aguas, originando olas de hasta siete metros de altura. Los discípulos se vieron atrapados sorpresivamente por la tormenta y el peligro era grande.
A pesar de que los discípulos habían sido testigos de muchos milagros, se llenaron de pánico en esta tormenta. Como navegantes experimentados, estaban conscientes del peligro existente; lo que no sabían era que Cristo podía dominar las fuerzas de la naturaleza.
La región de los gadarenos estaba localizada al sudeste del mar de Galilea. Los endemoniados están bajo el control de uno o más demonios. Los demonios son ángeles caídos que se unieron a satanás en su rebelión en contra de Dios y ahora son espíritus malos a las órdenes del diablo. Pero cada vez que se enfrentaban con Jesús, perdían su poder. Los demonios reconocen a Jesús como Hijo de Dios, pero no le obedecen.
Cuando este hombre endemoniado se encuentra con Jesús le dicen a Jesús que no los atormente "antes de tiempo", dan a entender que sabían cuál será su destino final. Cuando los demonios entraron en los cerdos, estos se despeñaron y cayeron al lago. La acción de los demonios prueba su intención destructiva.

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