jueves, 10 de enero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 3



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 3

Habían pasado casi treinta años desde el hecho narrado en el capítulo 2.
Ahora Juan el Bautista aparece en la escena. Su tema era: "Arrepentíos de vuestros pecados y volveos a Dios".
Juan era bien distinto a los demás líderes de su época. Mientras muchos eran avaros, egoístas y dedicados mayormente a ganar la alabanza de la gente, Juan se preocupaba solo en alabar a Dios. Habiéndose apartado de la maldad e hipocresía de sus días, vivió en forma diferente para mostrar que su mensaje era nuevo. Juan no solo predicaba la Ley de Dios, sino que la vivía.
Mucha gente iba a oír a aquel predicador que vestía ropa excéntrica y se alimentaba con comida poco común. Algunos iban, probablemente, movidos por la curiosidad y terminaron arrepintiéndose de sus pecados al oír su mensaje poderoso.
Juan se valió de acto simbólico que la gente podía ver: el bautismo. El bautismo lo usaban los judíos para iniciar a los convertidos al judaísmo. De modo que la audiencia de Juan conocía bien el rito. El bautismo era señal de arrepentimiento y perdón.
En el río Jordán los israelitas renovaron su pacto con Dios. En ese mismo lugar Juan el Bautista los invitó a hacer lo mismo, esta vez a través del bautismo.
Juan el Bautista criticó a los fariseos por ser legalistas e hipócritas que seguían al pie de la letra la Ley mientras pasaban por alto su verdadera intención. Criticó a los saduceos por usar la religión para favorecer su posición política.
Juan el Bautista exhortaba a la gente a ir más allá de las palabras y los ritos: debían cambiar de conducta.
El bautismo es una señal exterior. Pero la señal incuestionable del arrepentimiento es la vida cambiada para bien. No es el agua del bautismo lo que cambia vidas, sino la actitud del corazón. Juan dijo que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y fuego.
Juan estaba explicando que el bautismo de Jesús sería mucho más valioso que el suyo, cuando Jesús se presentó para ser bautizado.
Jesús, el hombre perfecto, no tenía que bautizarse, pero aceptó el bautismo en servicio obediente al Padre, y Dios le manifestó aprobación.
En este pasaje, las tres personas de la Trinidad están presentes y activas. Dios el Padre habló; Dios el Hijo se bautizó; Dios el Espíritu Santo descendió sobre Jesús. Dios es uno, pero a la vez es tres personas. Este es uno de los misterios incomprensibles de Dios.

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