viernes, 25 de enero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 18



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 18

Jesús tomó a un niño para ayudar a sus egocéntricos discípulos a captar la idea.
Los discípulos estaban tan preocupados con la organización del reino terrenal de Jesús que perdieron la visión de su propósito divino. En lugar de buscar cómo servir mejor, discutían en cuanto a puestos. Les era difícil  identificarse con los "niños", gente débil y dependiente sin posición social ni influencia. Jesús advierte que cualquiera que aparte de la fe a algún niño recibirá un severo castigo.  
Jesús dice que es mejor ir al cielo con una mano que al infierno con dos. El pecado, sin embargo, afecta no sólo nuestras manos; afecta también nuestro corazón.
Así como un pastor se ocupa de una oveja perdida al grado que va por las colinas a buscarla, Dios se ocupa de cada ser humano que ha creado.
Las instrucciones de Jesús a partir del versículo 15 son para enfrentarnos con los que pecan en contra nuestra. Tienen que ver con cristianos, no con los que no lo son, con pecados cometidos contra nosotros, no contra otros y  con la resolución de conflictos que surgen en el contexto de la iglesia, no en toda la comunidad. Las palabras de Jesús no son una licencia para un ataque frontal a cada persona que nos hiere o margina. No son una licencia para iniciar una campaña destructiva de chismes o pleito de iglesia. Tienen como objetivo reconciliar a los que están en desacuerdo, de modo que todos los cristianos puedan vivir en armonía. Cuando alguna persona nos ofende, con frecuencia optamos por lo opuesto de lo que Jesús recomendó. Respondemos con resentimiento u odio, buscamos venganza o chismeamos. Sin embargo, debiéramos ir a esa persona primero, por difícil que nos sea. Luego debemos perdonarla tantas veces como se necesite.
Las palabras atar y desatar del versículo 18, se refieren a la decisión de la iglesia en los conflictos. Entre los cristianos no hay corte de apelación fuera de la iglesia. Lo ideal es que las decisiones sean tomadas bajo la dirección de Dios y basadas en el discernimiento de su Palabra. Los creyentes, por tanto, tendrían la obligación de llevar sus problemas a la iglesia y esta, a su vez, de buscar la dirección de Dios para resolver los conflictos. El enfrentar los problemas dentro del método de Dios tendrá impacto ahora y por la eternidad. Jesús tiene en mente el día en que estará presente no en cuerpo sino por medio del Espíritu Santo. En el cuerpo de creyentes (la iglesia), el acuerdo sincero de dos personas es más poderoso que el acuerdo superficial de miles, porque el Espíritu Santo de Cristo está con ellos. Dos o más creyentes, llenos del Espíritu Santo, orarán de acuerdo a la voluntad de Dios, no de acuerdo a la suya, y sus peticiones serán concedidas.
Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número "perfecto". Pero Jesús le contestó: "Setenta veces siete". Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien.
En los tiempos bíblicos, serias consecuencias esperaban a los que no podían pagar sus deudas. El prestamista podía forzar al deudor y su familia a trabajar hasta que la deuda fuera cancelada. El deudor también podía ir a la cárcel, o su familia podía ser vendida en calidad de esclavos para ayudar a pagar la deuda. Se esperaba que el deudor, mientras estaba en prisión, pudiera vender sus propiedades o que sus familiares pagaran la deuda. Si no, permanecía en prisión el resto de su vida.
Cuando no perdonamos, nos estamos poniendo al margen y por encima de la ley de amor de Cristo.

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