martes, 29 de enero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 22



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 22

En aquellos lugares se esperaban dos invitaciones cuando se organizaba un banquete.
La primera solicitaba la asistencia del invitado, la segunda indicaba que todo estaba listo. Aquí el Rey, Dios, invita tres veces, y las tres veces le rechazan la invitación. Dios quiere que nos unamos a Él en su banquete, que durará por la eternidad.
Era costumbre que los invitados a una boda recibían una vestimenta especial. Ni se pensó que alguien podría rechazar esta vestimenta. Sería un insulto al anfitrión, el que daría por sentado que el invitado no quería participar en la celebración de las bodas. Jesús está hablando aquí de la vestimenta de justicia que se requiere para entrar en el banquete de Dios en el Reino. Este ropaje es una figura de la aceptación total que se da ante los ojos de Dios a cada creyente en Cristo.
Los fariseos, un grupo religioso, se oponían a la ocupación romana en Palestina. Los herodianos eran un partido político judío que apoyaba a Herodes Antipas y la política instituida por Roma. Normalmente, estos dos grupos eran enemigos enconados, pero se unieron contra Jesús. Juntos, varios representantes de estos dos grupos preguntaron a Jesús en cuanto al pago de impuestos a Roma, pensando que podrían arrinconarlo. Si Jesús manifestaba estar de acuerdo con que se pagara impuestos al César, los fariseos dirían que se oponía a Dios, el único Rey que reconocían. Si Jesús decía que no debían pagar impuestos, los herodianos lo entregarían a Herodes por rebelión. A los fariseos no los impulsaba el amor a las leyes de Dios, y los herodianos no estaban motivados por el amor a la justicia romana. La respuesta de Jesús puso al descubierto sus motivos malvados y los avergonzó.
Se requería que los judíos pagaran impuestos para sostener al gobierno. Los judíos aborrecían esto porque el dinero iba directamente al tesoro del César, donde parte sufragaba los gastos de los templos paganos y el estilo de vida decadente de los romanos aristócratas. La imagen del César en las monedas era un recordatorio permanente de la sujeción de Israel a Roma.
Jesús no cayó en la trampa y mostró que tenemos doble ciudadanía. La ciudadanía terrenal requiere que paguemos los servicios y beneficios recibidos. La del reino de los cielos requiere que ofrezcamos a Dios obediencia y consagración.
Como los fariseos y herodianos no pudieron atrapar a Jesús, los saduceos con disimulo lo intentaron. No creían en la resurrección porque el Pentateuco no tiene una enseñanza directa al respecto. Los fariseos no habían podido hacer uso de un argumento convincente tomado del Pentateuco para defender la resurrección, y los saduceos pensaron que tenían atrapado a Jesús.
La ley decía que cuando el esposo moría sin dejar un hijo, el hermano soltero del hombre tenía la responsabilidad de casarse con la viuda y cuidarla. Los saduceos preguntaron cómo sería el matrimonio en la eternidad. Jesús les respondió que era más importante comprender el poder de Dios que conocer cómo será el cielo.
 Jesús manifestó que estos puntos de vista errados tienen como origen el desconocimiento de la Palabra de Dios. Jesús respondió en base a Éxodo (3.6). Dios no diría: "Yo soy el Dios de tus padres", si pensaba que Abraham, Isaac y Jacob estaban muertos. Desde la perspectiva de Dios, ellos vivían. La respuesta de Jesús les daba una victoria teológica a los fariseos sobre los saduceos, pero estaban más interesados en acaban con Jesús que en aprender una verdad.
Uno de los fariseos "experto en leyes" le pidió a Jesús que identificara la ley más importante. Jesús citó Deuteronomio 6.5 y Levíticos 19.18. Al cumplir estos dos mandamientos, una persona cumplía las restantes, ya que resumen los Diez Mandamientos y las otras leyes morales del Antiguo Testamento. Jesús dice que si amamos a Dios y a nuestro prójimo por naturaleza guardamos los mandamientos.
Los fariseos, herodianos y saduceos le habían presentado sus preguntas. Ahora Jesús invierte los papeles y les formula una pregunta bien interesante: quién pensaban que era el Mesías. Los fariseos sabían que el Mesías sería un descendiente de David pero no que también sería Dios mismo. Jesús usó el Salmo 110.1 para mostrarles que el Mesías era muy superior a David.

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