miércoles, 30 de enero de 2019

Leyendo... Mateo capítulo 23



LECTURA DIARIA:
Mateo capítulo 23

Las tradiciones de los fariseos y sus interpretaciones y aplicaciones de la ley llegaron a ser tan importantes como la ley misma.
El problema surgió cuando los líderes religiosos tomaron las normas hechas por el hombre con tanta seriedad como las leyes de Dios, al decir a la gente que debían obedecerlas, sin incluirse ellos mismos, al obedecer las reglas no para honrar a Dios sino para sobresalir.
Jesús no condenó lo que enseñaban, sino lo que eran, hipócritas.
Las filacterias eran cajas pequeñas de cuero, contenían versículos de la Escritura. Los fariseos las portaban porque decían que la gente debe llevar la Palabra de Dios tal como decía Deuteronomio 6.8, y otros pasajes similares, cerca de su corazón y ellos lo interpretaron en forma literal. Pero estas pequeñas cajas que también usaban para orar llegaron a ser más importantes por el nivel social que otorgaban que por la verdad que contenían.
Jesús otra vez puso al descubierto la hipocresía de los líderes religiosos. Conocían las Escrituras pero no vivían de acuerdo a las mismas. No se preocupaban por ser santos, sino por verse santos a fin de recibir la admiración de la gente y su alabanza.
Jesús desafió las normas de la sociedad. Para El, la verdadera grandeza surge del servicio, es lo que se obtiene cuando uno se entrega para servir a Dios y a los demás.
Los líderes religiosos eran los más conocidos, poderosos y respetados de todos los líderes. Jesús lanzó su punzante acusación porque el hambre de poder, dinero y posición de aquellos líderes los había llevado a perder de vista a Dios, y su ceguedad se esparcía por toda la nación. Los convertidos de los fariseos eran atraídos al fariseísmo, no a Dios. Por haberse enfrascado tanto en los detalles de sus leyes tradicionales y regulaciones, habían perdido de vista al que las leyes señalaban: Dios.
Los fariseos colaban el agua de manera que no pudieran accidentalmente tragarse un mosquito, insecto impuro de acuerdo a la ley. Eran muy meticulosos en cuanto a los detalles del ceremonial de limpieza al grado que perdieron su perspectiva de lo que es la pureza verdadera. Por fuera, limpios en lo ceremonial; por dentro, corruptos en sus corazones. Jesús condenó a los fariseos y a los líderes religiosos por aparentar santidad en lo exterior y mantener en su interior corrupción y codicia.
Los profetas, sabios y escritores que serían enviados quizás fueron los líderes en la iglesia primitiva que fueron heridos, azotados y algunas veces crucificados, como Jesús lo predijo. Los contemporáneos de Jesús dijeron que no actuarían como sus padres, dando muerte a los profetas que Dios les había enviado, pero estuvieron dispuestos a dar muerte al Mesías y a sus seguidores fieles. Por esta razón todo el juicio a través de los siglos recaería sobre sus cabezas.
Jesús da un breve resumen de los mártires del Antiguo Testamento. Abel fue el primer mártir (Génesis 4); Zacarías fue el último (porque la Biblia hebrea terminaba con 2 Crónicas). Zacarías fue el clásico ejemplo de un hombre de Dios que moría a manos de los que decían ser el pueblo de Dios.
Jesús quiso juntar a su pueblo así como la gallina protege sus polluelos bajo sus alas, pero no se lo permitieron.
Jerusalén era la capital del pueblo escogido de Dios; la ciudad ancestral de David, el más grande rey de Israel; y el lugar donde estaba el templo, la morada terrenal de Dios. Debía ser el centro de adoración al verdadero Dios y un modelo de justicia para toda la gente, pero Jerusalén llegó a ser una ciudad ciega a Dios e insensible a las necesidades humanas.
Aquí podemos ver la profundidad de los sentimientos de Jesús por los perdidos y por su ciudad amada, que muy pronto sería destruida.

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